
Hay un modelo de musicoterapia que basa su accionar en los conceptos básicos de la Psicología conductista de la talla de autores como Pavlov, Skinner, Watson o Eyseneck, entre otros. Fundamentalmente, esta intervención se desarrolla a partir de la descripción de fenómenos ocurridos en la observación, y se centra en el análisis de la conducta humana. Aunque el conductismo reconoce la importancia de lo que ocurre a nivel interno de las personas, los psicólogos que defienden esta corriente de pensamiento están convencidos de que la conducta se aprende y, por lo tanto, con técnicas específicas puede modificarse.

El modelo de musicoterapia conductista nace a finales de los 60 y principios de los 70 a raíz de las investigaciones realizadas por uno de sus pioneros, el musicoterapeuta Clifford Madsen, quien advierte que la música por sí misma es un operador condicionante que refuerza la conducta. Su forma de trabajar se centra en la evaluación de los comportamientos y en su modificación a través de refuerzos positivos; los resultados empíricos que se obtienen en este tipo de tratamiento son demostrables.
Además de formarse en Musicoterapia, el musicoterapeuta que emplee esta metodología deberá adquirir una sólida comprensión de los principios del comportamiento humano. Deberá entrenar su capacidad de analizar y elegir alternativas para el diseño de procedimientos terapéuticos efectivos con el fin de ayudar a la persona a cambiar esas conductas. La música tiene tres funciones principales: actúa como estímulo (señal auditiva), como estructura y como refuerzo. Por lo tanto, este enfoque implica la creación, la selección y la improvisación de música específica que previamente, tanto paciente como musicoterapeuta, han convenido. En cada caso, la música será el estímulo sensorial motivador, siendo de vital importancia encontrar el refuerzo que resulte significativo y revelador.
Los pasos generales a seguir en toda intervención musicoterapéutica conductista son: 1- explicitar la conducta que se quiera modificar, reforzar, disminuir, etc.; 2- evaluar el estado actual; 3- aplicar las técnicas musicoterapéuticas conductuales y 4- evaluar el resultado obtenido.
El papel fundamental del terapeuta es crear un ambiente en el cual se refuerzan las conductas positivas y deseadas, y se reducen las conductas negativas gracias a eliminar el refuerzo de estas acciones. (Corey, 1996)
La terapia conductual puede utilizarse para modificar gran variedad de conductas; su flexibilidad permite trabajar con personas de cualquier edad y problema. Se utiliza en Educación con parálisis cerebral, autismo, retraso mental; en Salud Mental, con trastornos de la personalidad, fobias, ansiedad; en Medicina, con neonatos, rehabilitación física y en Geriatría, con pacientes con demencias, entre otros.
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