Nos acercamos a uno de esos días en que elegimos a los que deben trabajar por el bien de la nación. Aunque, hasta ahora, sus políticas no han ido encaminadas a proteger a la mayoría, sino a unos pocos que son cada día más… y más… ricos. Tampoco han defendido derechos básicos reconocidos y protegidos por la Constitución, como es el derecho a la salud.
Los poderes (económico, político, militar, religioso, etc.) presentan magnetismo entre sí, y al unirse no se suman, se potencian, y establecen la tiranía que permite el exceso de poder. Llama la atención que cuando la Troika da un rescate, impone políticas de austeridad al pueblo, pero aún no le hemos oído pronunciar una sola palabra contra la corrupción.
¡¿La protegen?! ¡¿La comparten?!
Sin embargo, el poder procede del pueblo, es el pueblo el que produce riqueza, el que forma un ejército disciplinado, el que cree en una fe, el que otorga legitimidad a un régimen político u otro.
También llama la atención que, por encima de todas las leyes, hay un mandamiento:
“Comerás con frecuencia; bajo pena de muerte”.
No está escrito en ningún sitio, pero es verdadero, todos lo sabemos. Y también sabemos que cada uno debe ganarse su propio pan con el sudor de su propia frente.
Pero el sudor de nuestras frentes no solo gana nuestro pan, también gana el pan… y la vida de lujo de una panda de corruptos organizados que solo sudan cuando practican algún deporte de élite.
Tener un trabajo es tener derecho a comer. Se puede trabajar, pero sin remuneración no se come.
¿Qué política es esta que le niega a un porcentaje de la población el derecho a comer, mientras que permite que el dinero esté fuera de circulación, escondido en paraísos fiscales?
Toda persona que ha nacido tiene derecho a existir, y para existir hay que comer y para comer hay que trabajar, al menos nosotros, el pueblo. Porque hay tres tipos de colectivos, en cuanto a esto se refiere:
1. Los que pueden comer sin trabajar.
2. Los que pueden comer porque trabajan.
3. Los que no pueden comer porque no pueden trabajar.
Esto es una violación del derecho humano más básico: el derecho a la existencia. Y el que nace, no solo tiene derecho a vivir en igualdad, como proclaman los artículos 1, 9 y 10 de la CE, también tiene derecho a vivir en salud: artículo 43.
Pero si se privatiza la Sanidad, la salud pasará a ser motivo de especulación, con todas sus consecuencias.
Nacimos en el sistema del bienestar que otros habían conquistado, con mucho esfuerzo, para nosotros.
¿Vamos a consentir que nos lo arrebaten sin presentar resistencia?
¡Ni nuestros antepasados, ni nuestros descendientes nos lo podrían perdonar!
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