No puedo entender cómo existen personas y gobernantes que niegan la existencia del cambio climático, cuando hasta a los más sabios de nuestros mayores, acostumbrados a la vida en el campo y a mirar al cielo para ver qué tiempo hará mañana, les sobrecoje y asusta lo que están viviendo con las temperaturas, las olas de calor, los fenómenos atmosféricos y todas las situaciones climatológicas extremas que se están dando en nuestras ciudades y pueblos.
Es difícil entender cómo la especie humana es capaz de colaborar en su propia extinción. El hombre, el ser más inteligente de la tierra, utiliza sus enormes capacidades para destruirse. Llevamos decenas de años viendo cómo el planeta, nuestro planeta, se deteriora rápidamente. Cómo se contaminan los ríos y los mares, el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que comemos.
Ver los mares de plástico ocupando áreas inmensas en el mar o los peces axfisiados por los desperdicios que tardarán décadas o siglos en degradarse a mí me llena de rabia y tristeza. Escuchar a los países pobres aferrarse al carbón como fuente de energía y a los ricos no implicarse en la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero porque alteraría su cómoda forma de vida o disminuirían sus beneficios económicos no hace más que ayudarme a ratificar lo dicho y caer en una profunda decepción.
Según la Dra. Margaret Chan, directora general de la OMS, el cambio climático continuado tendrá profundas consecuencias negativas en algunos de los determinantes sociales y ambientales de la salud, como los alimentos, el aire y el agua. Las zonas que disponen de una infraestructura sanitaria débil, en su mayoría situadas en los países en desarrollo, serán las menos aptas para prepararse y dar respuesta a estos problemas si no reciben ayuda. En definitiva, seguirán siendo los países más pobres los primeros que pagarán las consecuencias en su salud de este calentamiento global, pero seguiremos los demás.
Ya se viene detectando un aumento del asma y las alergias, del cáncer infantil, del cáncer de piel y las 16.000 personas que mueren al año en nuestro país a causa de la contaminación atmosférica. No queda tiempo para divagar sin tomar medidas concretas. Hay que ser valientes y decididos para legislar en esta materia con el fin de proteger nuestro entorno, disminuir los residuos difícilmente degradabes, producir energía sostenible, aumentar la calidad del agua, el aire y los alimentos, al mismo tiempo que ayudamos a los países pobres a salir de su inmenso pozo.
Nuestras costumbres tienen que cambiar, no volviendo a la edad de piedra, frase utilizada por los negacionistas del cambio climático para permanecer inmóviles, sino desechando el consumo salvaje, compulsivo, de bienes, servicios y recursos.
Cambiemos nuestros hábitos, forcemos a nuestros dirigentes a que asuman un compromiso claro para hacer frente a esta situación de consecuencias catastróficas, intentemos dejar el mundo un poco mejor de como lo encontramos y nunca peor, vivamos de una forma saludable y disfrutemos de la vida sin extinguirla.
Amigas y amigos lectores, sean felices en el próximo año 2020.
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