Llega la Navidad, un periodo mágico para los niños en el que se entrelazan ilusiones y sueños con celebraciones y cercanía familiar. En el contexto de la actual situación epidemiológica por la pandemia de COVID-19, y ante las discusiones y debates aparecidos en relación con las recomendaciones para las próximas celebraciones navideñas, la Asociación Española de Pediatría realiza una serie de aportaciones y propuestas para poder disfrutar de estas fechas y, a la vez, ser responsables para protegernos todos, pero especialmente a los más vulnerables: ancianos y enfermos crónicos.
Este año será una Navidad diferente, pero en nuestra mano está poder disfrutarla sin olvidar la salud.
Justificación y antecedentes
1. La evidencia científica respecto a la capacidad de los niños de infectarse por SARS-CoV-2 es cada vez más sólida. Sabemos que los niños pueden infectarse por este virus, pero la mayoría de las infecciones en la edad pediátrica suelen ser leves o asintomáticas. Al estar infectados, pueden potencialmente transmitir el virus a nuevas personas, aunque su eficiencia a la hora de contagiar a terceros sea limitada. Si bien es cierto que los datos científicos son escasos en cuanto a este potencial de transmisión, sí que ha quedado claro que los niños pueden infectar a otros niños o adultos, sobre todo en situaciones donde no se respetan las medidas básicas de prevención de la transmisión (uso de mascarillas, ventilación adecuada, higiene frecuente, distancia física). Esta capacidad de transmisión iría en aumento con la edad de los niños hasta la adolescencia, pudiendo entonces igualar incluso a la de los adultos.
2. El entorno escolar, con sus medidas estrictas de prevención, como ya previmos, ha funcionado de forma muy eficiente a la hora de proteger a los niños y a los adultos que trabajan en las escuelas, conteniendo la transmisión y los brotes en las escuelas. Que tan sólo un 1% de las aulas hayan tenido que confinarse desde el reinicio de las actividades escolares en nuestro país avala la estrategia propuesta. Además, resalta que el cumplimiento de las normas preventivas indicadas ha sido clave, avala el excelente trabajo realizado por el personal educativo y confirma que la aplicación estricta de las medidas de prevención funciona. La reapertura de las escuelas no ha amplificado la transmisión comunitaria, algo que también ha podido comprobarse en otros países que han instaurado medidas parecidas.
3. Las fiestas navideñas implicarán una pérdida temporal –alrededor de tres semanas– del marco protector regulado y facilitado por la rutina de las actividades escolares. Como ocurrió en verano, esto puede asociarse a un aumento de la proporción del total de infectados, incluyendo niños y adolescentes, puesto que sus actividades estarán menos regladas y sus interacciones, menos controladas. Este riesgo es particularmente notable entre los adolescentes y jóvenes que, sin obligaciones escolares, podrían incurrir en conductas de mayor riesgo, exponiéndose más a infectarse.
4. Las tasas de transmisión se han demostrado más altas en los hogares y en los entornos de congregación. También se ha documentado una transmisión probable a través de dos reuniones familiares en las que se consumieron alimentos comunales, se compartieron abrazos y se intercambiaron conversaciones cara a cara con individuos sintomáticos que más tarde se confirmó que tenían COVID-19.
Se expone una tabla en la que se detallan los riesgos de transmisión para las personas asintomáticas desde un caso infectado de COVID-19, según actividades y el tipo de ventilación simultánea.
Propuesta respecto a la consideración de los niños como comensales en los periodos festivos
Ante la disyuntiva relacionada con el número de comensales permitidos durante las reuniones familiares en el periodo festivo y la posibilidad de que los niños computen o no en ese número, la Asociación Española de Pediatría se posiciona de la siguiente manera:
• Los niños mayores de 2 años de edad deben de contar en el cómputo de personas aceptadas a compartir mesa en las celebraciones festivas.
• Es recomendable reducir el número total de personas, independientemente de su edad, en entornos cerrados y mal ventilados, como la mejor estrategia para reducir el riesgo de contagio de COVID-19.
Desde la AEP instamos a recordar que las medidas estrictas de prevención salvan vidas y que el sacrificio en estas fechas busca proteger especialmente a los más vulnerables, en particular, a los ancianos y enfermos crónicos. Sin una colaboración solidaria y sin excepciones de toda la ciudadanía, el riesgo para nuestros mayores seguirá siendo inaceptablemente elevado.
* Elaborado por el Grupo de trabajo de adecuación de actuaciones en población infanto-juvenil durante la pandemia de COVID-19 de la Asociación Española de Pediatría (GAAPI.COVID-AEP): Quique Bassat, Concha Bonet, Juan Ruiz Canela, Juan Gil Arrones, María José Mellado.
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