La obsesión por los fármacos no solo afecta a la población general, sino también a los médicos. Muchas veces por falta de tiempo, otras veces por no frenar las expectativas del paciente, otras por presión de la industria farmacéutica… en lugar de levantarnos de la silla, explorar al paciente y tranquilizarle con que no tiene nada, ante un síntoma banal tiramos rápidamente de recetario.
El estudio de la polifarmacia y sus consecuencias es muy interesante. Con una población cada vez más envejecida y con más enfermedades, que un anciano tome más de 10 pastillas al día no sorprende a nadie. Yo estoy en la consulta y cuando veo esos listados de medicamentos, uno tras otro, formando hileras infinitas, de verdad que me pongo nerviosa. Rápidamente le pregunto al paciente si se apaña para aclararse con tanta medicación. La mayoría de las veces me dicen que sí, o que se encarga su mujer o su marido o sus hijos…
El tema es tan preocupante que se han acuñado nuevos conceptos que hablan de todo ello: conciliación de la medicación, deprescripción y la cascada terapéutica. Esta última sí que es tremenda: un fármaco produce un síntoma que en realidad es un efecto secundario, pero el médico no se da cuenta y le da al paciente otro medicamento que mejore el síntoma anterior; éste, a su vez, le provoca otro síntoma, frente al que se le da otro tratamiento… Y así… hasta el infinito.
Dentro de nuestras obligaciones como médicos, está también la de la educación a la población. Vivimos en una sociedad en la que ningún síntoma parece tolerarse. Necesitamos medicación para todo y trasformamos en enfermedad lo que no es sino una manifestación fisiológica de nuestro organismo. Me explico: medicamentos para la menopausia, exigimos antibióticos para un cuadro vírico, necesitamos antidepresivos cuando nos deja nuestra pareja, solicitamos vitaminas cuando tenemos astenia, jarabes para la tos, pastillas para perder peso…
En fin, frente a la pastillitis aguda que nos invade, sería recomendable practicar la confianza en nuestro cuerpo, pues si le damos tiempo, él solito soluciona muchos problemas que no tienen trascendencia clínica.
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