La covid-19 es como el humo, permanece flotando en el aire. La OMS ha tardado más de año y medio en admitirlo, el mismo tiempo que 36 científicos, entre ellos el español José Luis Jiménez, llevan luchando porque dé su brazo a torcer. Un error, con dramáticas consecuencias, que ha costado hasta la fecha cuatro millones y medio de muertes en el mundo y más de 150.000 en España.
Ya no asoma sus bembas por los canales de las televisiones del país esa “gran eminencia”, portavoz del Gobierno, llamado Fernando Simón para decir a la población “póntelo-pónselo” (la medicina política de este hombre licenciado raso ha siso y es vergonzosa).
En su lugar lo hace, de cuando en vez, el dirigente del país. Este verano, en plan mejillón ilustrado, el presidente Sánchez, posiblemente por motivos políticos, anunció que el pueblo ya podía quitarse el tapabocas para salir a la calle, que había llegado el momento de enseñar los piños y de sonreír. Los médicos, los auténticos profesionales, especialistas y sabedores en la materia vírica, se llevaron las manos a la cabeza y criticaron duramente semejante barbaridad proveniente de un dirigente que ha demostrado a lo largo de toda la pandemia que su ignorancia sanitaria no tiene límites.
“Es más peligroso un tonto que un malvado”, decía Sócrates. Cita que ha sido avalada por el Dr. Cesar Carballo (médico de Urgencias) que lleva meses informando y advirtiendo sobre lo que vendrá detrás de la variante Delta y que aumentará, aún más, las presión en un sistema sanitario que está al límite.
Los sanitarios españoles siguen sobrepasados y mucho me temo que ya no estén por la labor de continuar jugándose la vida por un número elevadísimos de jóvenes (y algunos no tan jóvenes) descerebrados que solo piensan en meter en el cuerpo grandes ingestas de alcohol, en colectivo, y sin utilizar ningún tipo de protección. La Policía ya no puede más con ese sin vivir y la incertidumbre que supone para todos si al día siguiente los test darán positivo.
¡Todo está controlado! apostilla monsieur Sánchez a través de las manidas ruedas de prensa (donde no caben las preguntas), con tildes de ruedas de molino. Y mientras, las personas que como nos, las que logramos diagnosticar a los mitómanos a través del iris, invertimos parte del sueldo mensual en material de máxima protección, para colocarnos, no una, sino dos mascarillas juntas (de fabricación española) FFP3 para poder salir a la calle, para viajar en transporte colectivo, para ir a comprar a los supermercados, etc. Amén de los guantes quirúrgicos, EPIS para entrar en los centros de salud, cuarenta litros de alcohol, de 96 grados, mensuales y de esta forma evitar que los presuntos instintos necrófagos (?) de los que pasan del tema, de los que hacen la vista gorda, nos lleven directamente a la tumba (yacer sin querer yacer).
Siempre he dicho: cuando las leyes, las normas, las imposiciones son injustas, tengo la libertad de no aceptarlas, de no cumplirlas y mucho más cuando hay leyes que son una tragedia, como está siendo esta peste mundial.
El reciente discurso del prestigioso periodista John Swinton (del New York Times) en el trascurso de una comida en su honor, no dejó perplejos a los profesionales de la información que trabajaron con él y que siguen su misma línea, pero sí a esos grupos editoriales de diferentes países del mundo (principalmente España) que en su día se vendieron al poder.
“No existe la prensa libre, somos esclavos. A mi me pagan por no escribir mi opinión en el periódico donde trabajo. El trabajo de los periodistas de hoy día es destruir la verdad, es mentir descaradamente, es pervertir, es adular a los que tienen la plata y es vender a su patria nuestro talento, nuestro tiempo, nuestra vida, a los burros cargados de oro”. Y añadió: “Nosotros somos prostitutos intelectuales que ocultamos la realidad”.
En esta larga pandemia, los mandatarios del país (esta España mía, de esta España nuestra) han estado jugando con la verdad, han estado jugado con la vida de muchos miles de pobladores que han muerto por no contar con material sanitario de protección, por ocultarnos y por manipular la realidad. Ya por aquel entonces (en el próximo diciembre se cumplirán dos años desde que monsieur Pedro tuvo conocimiento documental de la llegada de la covid 19 a nuestro país) determinados medios de comunicación del país habían sido propinados (?) con muchos millones de euros en concepto, presuntamente, de silenciar, de hacer valoraciones injustas, de colocar en las alturas a quienes deberían estar en las bajuras, mientras los almacenes de material de protección sanitaria-hospitalaria de España se encontraban vacíos, al igual que las distribuidoras de farmacias. No había nada y lo que llegaba de China, más que proteger contaminaba y los hospitales tuvieron que devolverlo.
Con los meses, muchos emprendedores de la rama sanitaria invirtieron en ampliar sus instalaciones para fabricar mascarillas de alta calidad. Rara avis para los políticos cuando el beneficio protector y monetario no llena sus alcancías. Hasta el día de hoy, los organismos oficiales, en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, grandes empresas, multinacionales siguen proporcionando al personal tapabocas de origen chino y demás países asiáticos, a sabiendas de la pésima calidad del material que utilizan para su fabricación. ¿Cómo no van a incrementarse los contagios, incluso entre los currantes miembros de base que no van a botellones?
Nuestras vidas están en manos de gente que se mete en política porque no sirven para otra cosa. ¿Qué conocimientos de Medicina puede tener el filosofo catalán Salvador Illa y la ahora ministra de Sanidad, la canaria que estudió Derecho en la Universidad de La Laguna, Carolina Darias? ¡Cómo para quitarse una el bozal!
“El presidente Sánchez tiene una enfermedad muy grave que es el odio”. Con estas palabras diagnosticó recientemente el humanista ex mandatario de Uruguay, Pepe Mujica, al dirigente español. Mujica, con sus 85 años cumplidos su filosofía de la vida sigue siendo tremendamente atrayente para la gente de todas las edades, para los que piensan con la cabeza y no escriben con los pies.
La vida es bella, pero también hay muchas trampas en ella. Desde muy jovencita entré en la “fiesta de la vida” y he luchado, lucho, con todas mis fuerzas por mantenerla. Sí, los españoles amamos la vida y me duele en el alma comprobar que los estadistas opten por agarrar el atajo de la muerte (?). La política de monsieur Sánchez en el tema de vacunas es lamentable, favoreciendo a HIPRA (empresa catalana) y retrasando (por el bulo de la muerte de un macaco, cuando ha quedado demostrado que los monos no se mueren ni con el virus, cuanto más por una vacuna) la del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a sabiendas de que esta vacuna tiene mayor respuesta inmune y más durabilidad que la HIPRA. Vivir o morir, ahí está la vaina.
¡¡Yo no moriré, presidente, me disiparé en la niebla!!
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