La relación entre la estupidez y la vanidad se ha escrito como “efecto Dunning-Kruger”, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden, sistemáticamente, a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más listos de lo que son (tontos que se creen listos. Es más, los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdadera habilidades de los demás.
La ineptitud de este Gobierno Central, unido a la aparente indiferencia (amén de las trolerías informativas sobre esta maldita pandemia que nos está tocando vivir y que en España ya se ha llevado a la tumba a casi cien mil seres humanos), ha puesto de manifiesto que el “efecto Dunniag–Kruger” revolotea sobre el cerebelo de los mandatarios que intentan hacernos creer que son profesores de todo cuando en realidad no son sabedores de nada.
Mi papá, un hombre ejemplar y culturizado, que trabajaba 12 horas diarias y se leía tres libros a la semana, solía decir: “el que tenga un hijo lelo, atontado, con poca capacidad de captación, trolero, que no lo tire por el barranco, que lo mime, pues con el tiempo llegará a ministro”. Aquellos buenos consejos de mi papá nunca pude olvidarlos y mucho menos en estos largos mese víricos in extremis (un año) que desde el primer día que el máximo responsable de Sanidad (filósofo Salvador Illa) y su compañero portavoz, Don Simón, asomaron las bembas por las televisiones del país, me percaté de su ignorancia supina, de sus engaños continuos y amalgamados, de su incompetencia y de su falta de moral para decir no, cuando en realidad era un sí con mayúsculas para evitar los contagios encaminados a la muerte segura (¡si Sócrates levantara la cabeza!)
El filósofo Illa, ex ministro, ha demostrado (al igual que Don Simón) que es un mentiroso compulsivo (un apóstol de la trola) a las órdenes de los predicadores de falsedades. La falta de previsión que provocó que todos los sanitarios del país carecieran de medios de protección. Nada de test del coronavirus aunque éstos los pidieran con urgencia, nada de nada. “Las mascarillas son malas”, decía insistentemente el impresentable Simón, portavoz de Sánchez, mientras que los médicos se llevaban las manos a la cabeza.
Hoy, sigue siendo preocupante que el referenciado portavoz se presentara como prestigioso epidemiólogo y aunque yo soy de Letras, desde el primer momento me pregunté (sigo preguntándome): ¿Cómo puede tener la especialidad alguien que sacó el título raso de medicina, que no hizo el MIR (Médico Interno Residente), ni el Doctorado? Es lo mismo que si yo que toco un poquito el piano me presento un día como directora de la Orquesta Filarmónica de Berlín.
A Pinocho le crecía la nariz cada vez que decía una mentira. Las trolas continuas es un trastorno conductual perteneciente a la categoría de las adicciones comportamentales. Es decir, una adicción a mentir. En la clase política esta adicción se triplica por la necesidad de ser el centro de atención para despertar admiración. Los mentirosos llegan a creerse sus propias trolas.
Pero en esta situación vírica tan terrible que estamos viviendo desde hace un año, no se puede permitir tanto atropello, ni que se siga jugado con la vida de los españoles, con la vida de los médicos, sanitarios en general, con la vida de los policías, de los guardias civiles, de los ancianos, de las personas de riesgo, de los cuarentones, de los veinteañeros sensatos, mediana edad, etc. Y todo ello por el ansia inmisericorde de tapar, de engañar, de manipular, por la falta de transparencia y por la aparente mitomanía pertinaz del Gobierno. “Si pudiera volver atrás, me negaría a trabajar sin EPI”, declaraba días pasados un joven enfermero contagiado del Covid, que pasó varios meses entubado en la UCI y que actualmente padece grandes secuelas. Pero no, ni él ni los miles de profesionales que han estado y que están trabajando en primera línea podrán volver atrás.
Desde mi enclaustramiento, obligado por las circunstancias, por esta situación de miedo colectivo por parte de los que amamos la vida, quiero dar las gracias, miles de gracias, a todos los sanitarios por las jornadas maratonianas de trabajo, por dejarse la vida para salvar muchas vidas, por acompañar a tantos miles de seres humanos en el último viaje. Estos ángeles con batas blancas, que durante meses se resguardaron con bolsas de basura como único sistema de protección, se merecen un monumento en las plazas de todas las ciudades de España, una sinfonía inacabada, un jardín de los ausentes repleto de laurisilva cuyo perfume nos haga recordar que estuvieron ahí, en primera línea, mientras que los que deberían ir por el camino de la verdad siguen montados en los pollinos de la mentira.
En el acá y ahora me dirijo a vos, Pedro presidente, presuntamente cabecilla responsable de miles de muertes en nuestro país, para decirle que un gobierno inepto y mentiroso es culpable de este caos, porque al igual que el médico responsable del Cuerpo Nacional de Policía (Cuerpo al que pertenezco y del que me siento muy orgullosa) que en enero del 2020 advirtió de la presencia de la peste china en España, usted lo sabía con documentación oficial en la mano. Un año después sigue tendiendo un tupido velo manipulando la realidad.
No se olvide vos, ni por un instante, que cada segundo de la vida de los seres humanos es un regalo (no una condena), un obsequio y que si fuéramos realmente valientes cantaríamos de alegría al tomar conciencia de ello. No puedo apartar de mi mente el día que usted se colocó delante de las cámaras de las televisiones para dar cifras (?) de los millones de euros que el Gobierno de este país se había ahorrado de los pensiones de los muertos por coronavirus. Su aparente alegría, su cara de satisfacción, me revolvió las entrañas, hasta tal punto, que de haber estado allí presente…con toda seguridad que hubiera saltado a la yugular por pronunciar esas palabras. Que vos no se crea más que nadie, presidente de España, porque solo los ignorantes desconocen que todos somos polvo y ceniza.
En periodismo no es buena cosa saber tanto. Por eso, con la misma capacidad de poder leer a doble página, he logrado averiguar que el objetivo del Gobierno con respecto a la distribución de vacunas en las autonomías, están más bien colgados en la cuerda de las siglas que en el tendedero de la esperanza y la razón…de ser.
Dicen que la muerte forma parte de la vida. Pero yo jamás abriré la puerta de la muerte, don Pedro, porque resucité hace nueve años y un día.
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