En Salamanca tenemos muchos motivos para que, después de una pandemia que aún no ha terminado, volvamos a la calle a defender nuestra sanidad pública. La covid-19 ha dejado al descubierto muchas carencias y, al mismo tiempo, se ha utilizado para cambiar el modelo de atención a los ciudadanos para siempre.
Si ya eran escandalosas las listas de espera antes de la pandemia, ahora, con la justificación de esta crisis que ha obligado a disminuir la actividad quirúrgica por estar las UCI a rebosar, esas cifras son insufribles. Es necesario un plan de choque inmediato, con los recursos del hospital o incrementándolos, para resolver este problema que afecta de forma directa y muy importante a la población.
Previamente a la pandemia, en el debate sanitario estaba el nuevo modelo de atención rural que la consejera quería implementar. La pandemia le dio luz verde para modificar esta atención, no solo en el medio rural, sino en toda la Atención Primaria. Hablo de la asistencia telefónica y la disminución de la asistencia presencial, lógica en los momentos de mayor incidencia de la covid-19, pero que no debe permanecer de forma indefinida en el modelo de atención sanitaria de nuestra Comunidad.
Otro de los motivos para salir a la calle a reivindicar una sanidad pública con recursos públicos y sin cesiones: es constante el aumento de los conciertos y de la externalización de servicios que antes eran prestados por el propio hospital y ahora son prestados por empresas externas. Se comenzó con la lavandería, un tremendo error, y se ha terminado por privatizar el mantenimiento general, incluida la electromedicina, responsable del mantenimiento de muchos equipos médicos, sin una auditoría externa que valore la eficiencia de esta concesión sobre los contratos de mantenimiento de las empresas fabricantes de los equipos, pero eso es para hablarlo extensamente.
No es menos importante el continuo goteo de convenios con la sanidad privada que suponen millones de euros, mientras las plantillas se ven mermadas de forma continua. Los últimos contratos de médicos especialistas con la residencia recién terminada en Salamanca son tan irrisorios –20 de los 391 contratados en toda Castilla y León– que nos convierten en la penúltima provincia en contrataciones de toda la región. Salamanca siempre es la olvidada, a pesar de tener un hospital de referencia. Igualmente ocurre con el resto de categorías. Mucho esfuerzo en los momentos de dureza, pero después se reducen las plantillas para agotar al personal.
Hay barrios de Salamanca, como El Zurguén o Prosperidad, que necesitan de forma urgente un centro de salud para que los ciudadanos estén atendidos en su entorno, porque tienen población suficiente para contar con su propio centro. Llevan años olvidados, sin respuesta a sus legítimas peticiones y ninguneadas sus asociaciones vecinales. Y es que para acudir a su médico de familia tienen 10 días de demora. Increíble.
No podemos olvidarnos del Hospital Comarcal de Béjar, un hospital con grandes posibilidades para ofrecer una asistencia a una gran comarca y que desmantelan poco a poco. Solo la presión de la ciudadanía, con mucho esfuerzo, consigue algo. El Hospital de Béjar necesita un proyecto serio, bien estudiado, que dé respuesta a las necesidades de la población. Desaprovechar esta oportunidad sería imperdonable, y solo se necesita voluntad política para hacerlo.
Estas son algunas razones para, después de los aplausos de los balcones, decir que ya no nos callamos. Creo que es necesario acudir el día 23 de mayo, a las 12 de la mañana, al Hospital Virgen de la Vega para manifestarnos y pedir que la sanidad de todos no puede seguir siendo olvidada y despreciada.
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