La consejera de Sanidad de Castilla y León, al igual que su homólogo andaluz, nada más llegar al cargo, ha descubierto miles de pacientes ocultos por sus antecesores, en no se sabe muy bien dónde, que afloran a la luz en un alarde de transparencia, con el fin de marcar el inicio de su legislatura con “la herencia recibida” y con el “nosotros vamos a ser transparentes”.
Nada más lejos de la realidad. Nadie va a conocer cuándo le harán su resonancia magnética ni el día aproximado en que va a ser operado de su rodilla. Todos conocemos la frase “déjenos el volante, que ya le llamaremos”, porque nadie sabe cuándo nos van a llamar. Dentro de un mes, dos meses, un año o dos…
Las listas de espera oficiales (casi siempre manipuladas) recogen el número de pacientes que están pendientes de realizar una consulta, una prueba o una intervención quirúrgica. De qué me sirve como paciente conocer que hay 744 resonancias pendientes a 30 de junio o 1.399 ecografías… De qué me sirve conocer que la demora media máxima oficial para una resonancia está en 189 días y para una ecografía, en 195 días, si todos sabemos que hay demoras reales de más de un año. Igual ocurre para las intervenciones quirúrgicas y visitas al especialista.
También debo decir que las patologías urgentes y de Prioridad 1 se resuelven rápidamente, tanto en pruebas diagnósticas como en intervenciones quirúrgicas, por las diferentes vías creadas, como consultas de Alta Resolución, Unidad de Consulta de Atención Inmediata o por vía de Urgencias.
La transparencia tiene que acompañarse de información real al paciente. El suplicio que supone para una persona desconocer qué le pasa y el tiempo que van a tardar en solucionarle su dolencia es suficientemente grave e importante como para que se tomen medidas adecuadas para darle solución.
No es cuestión de números en una fría estadística que no nos dice nada, excepto como cifra para la especulación política. Hay que tomar decisiones y, conociendo las causas de estas escandalosas demoras, ponerles solución. Un paciente tiene que saber cuánto tiempo van a tardar en resolverle su problema, el tiempo que le va a suponer estar con su proceso o dolencia. La incertidumbre del “ya le llamarán”, sin fecha concreta para la atención, además de aumentar la angustia en el paciente crea una sensación de abandono por parte del sistema de salud que disminuye a pasos agigantados su prestigio.
Como siempre digo, ¿será eso lo que buscan?
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