Con motivo del Día Mundial del Glaucoma que se celebra el próximo 12 de marzo, la Asociación de Glaucoma para Afectados y Familiares (AGAF) quiere recordar las nada halagüeñas cifras que rodean a esta patología ocular que se ha convertido en la segunda causa de ceguera según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España se calcula que aproximadamente un millón de personas sufren esta enfermedad, de las cuales la mitad, más de 515.000, no saben que la padecen debido a que en sus inicios es asintomática. Por otro lado, una vez se produce el diagnóstico, la situación no mejora y se tiene conocimiento de que alrededor del 45% de los pacientes con glaucoma no siguen el tratamiento y las pautas prescritas por los oftalmólogos, un dato que pone en riesgo la visión de 230.000 españoles.
El glaucoma hace referencia a un grupo de enfermedades que se caracterizan por una degeneración del nervio óptico. Esta enfermedad ocular provoca en los pacientes una pérdida de la visión periférica, como si miráramos a través de un túnel. En algunos casos la degeneración progresiva del nervio óptico llega afectar a la visión central provocando una ceguera casi total.
En la actualidad, no existe una cura para el glaucoma, pero los pacientes que la padecen cuentan con colirios y medicamentos que permiten frenar su evolución y por tanto la pérdida de visión. “El problema de las personas que padecen glaucoma es que no notan una mejoría con su medicación porque nunca se recupera la visión perdida. Por ello, al final deciden no seguir el tratamiento, olvidándose de que esta enfermedad es degenerativa y de que poco a poco en algunos casos, o de forma muy rápido en otros, pierden parte de la visión”, señala Delfina Balonga, presidenta de la Asociación de Glaucoma para Afectados y Familiares (AGAF).
Por ello, desde la Asociación quiere destacar la importancia que tiene en estos casos la adherencia al tratamiento para evitar el deterioro de la visión y de la calidad de vida de estos pacientes. Precisamente este es uno de sus mayores objetivos dada la importancia que tiene para los pacientes con glaucoma. Un correcto seguimiento de la enfermedad que conlleva una correcta autoadministración de los medicamentos y realizar controles médicos periódicos para ralentizar el avance del Glaucoma. Todo ello evitaría el empeoramiento de esta patología, dado su carácter degenerativo.
Diagnóstico precoz es fundamental
El diagnóstico precoz en el caso del glaucoma es fundamental porque la enfermedad en sus inicios es asintomática. El cerebro se encarga de compensar el déficit visual por lo que pasa inadvertido hasta las fases terminales de la enfermedad en las que se pierde la visión de forma irreversible. Por ello, desde AGAF recuerdan la importancia de realizarse una exploración oftalmológica una vez al año, a partir de los 45 años.
Un diagnóstico temprano podría evitar la ceguera en el 95% de los casos, pues podría tratarse rápidamente y evita daños adicionales y frenar su desarrollo. Para ello, hay que realizar un examen del nervio óptico y medir la presión ocular a través de una tonometría. Estas pruebas médicas se complementan con la realización de un campo visual (campimetría), la visualización del ángulo que forman la córnea, el iris y la esclera (gonioscopia) y la medición del grosor corneal (paquimetría). Todas estas pruebas son indoloras y no invasivas.
Así mismo, la Asociación también quiere recordar que existen algunos factores que pueden provocar la aparición de esta enfermedad ocular tales como la diabetes, la presión intraocular alta -que no siempre se da con glaucoma-, antecedentes familiares de glaucoma, miopía elevada (más de 5 dioptrías), hipertensión arterial o estar medicado con corticoides.
Consejo de los ópticos
En la misma línea, el Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas de España (CNOO) advierte el glaucoma es la segunda causa de la pérdida de visión después de las cataratas y, aunque su incidencia se incrementa con la edad, no presenta síntomas significativos, por lo que medio millón de personas no saben que la padecen.
Esta enfermedad degenerativa, conocida también como síndrome del ladrón silente por su evolución lenta, la ausencia de síntomas evidentes y que no causa dolor, “tiene una prevalencia del 2% a los 40 años y de un 4% a los 70, lo que confirma que estamos ante una patología que guarda una estrecha relación con el envejecimiento, en la que influyen factores genéticos y ambientales, y donde el único agente de riesgo modificable es la presión intraocular”, advierte el decano del Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas, Juan Carlos Martínez Moral.
Al no mostrar signos identificables, la mayor parte de los diferentes tipos de glaucoma no se pueden prevenir, por lo que la detección precoz permitiría minimizar los síntomas, retrasar la evolución y reducir la probabilidad de que derive en ceguera irreversible. Detectar a tiempo el glaucoma podría evitar la aparición de casos de ceguera en un 95%, por lo que desde el CNOO se recomienda a las personas mayores de 45 años acudir a comprobar su presión intraocular al menos una vez al año, “una prueba que se puede llevar a cabo junto a otras en cualquier establecimiento sanitario de óptica”, asegura Martínez Moral.
Grupos de riesgo
La realidad es que, según las cifras que ha lanzado la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la actualidad existen más de 64 millones de personas en todo el mundo afectadas por el glaucoma y, debido al incremento de la esperanza de vida de la sociedad, se estima que en 2040 padecerán esta patología visual 110 millones de personas.
Además de la edad, hay otro perfil de pacientes que también es proclive a desarrollar la enfermedad en uno o en ambos ojos, como son aquellos con antecedentes familiares de glaucoma o con una presión intraocular alta. Del mismo modo, también los que tienen miopía elevada (mayor de 5 dioptrías), ya que el nervio óptico es más susceptible a la lesión que el de los no miopes, o personas que hayan sufrido un golpe o traumatismo en el ojo.
Otro grupo especialmente sensible es el de las personas con diabetes. El aumento de los niveles de glucosa en sangre “puede provocar graves daños en la retina, provocando otra patología conocida como retinopatía diabética, por lo que conviene llevar un buen control de la diabetes y someterse a revisiones visuales regulares”, sostiene el decano del Colegio de Ópticos.
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