La Consejería de Sanidad ha manifestado hoy en el Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León su preocupación por el uso de estos dispositivos como sistema para dejar de fumar, y ha informado sobre las recomendaciones para evitar su utilización en determinadas dependencias públicas, concretamente, en los centros sanitarios y educativos y en los espacios comunes de la Administración pública. Además, sugiere que los profesionales sanitarios no promuevan su utilización como ayuda para dejar de fumar.
Tras el acuerdo adoptado el 18 de diciembre de 2013 en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud sobre elevar una posición común a todos los grupos del Congreso para restringir la utilización del cigarrillo electrónico, la Consejería de Sanidad ha informado hoy al Consejo de Gobierno de diversas recomendaciones.
La primera de ellas es que los profesionales sanitarios no promuevan el uso del cigarrillo electrónico como método de prevención del tabaquismo o para dejar de fumar. En segundo lugar, “que se prohíba, mediante normas de régimen interno, su uso en todos los centros, servicios y establecimientos sanitarios” y en los “espacios de uso común de los centros escolares y de carácter social”, así como “en espacios donde se realice atención al ciudadano en las dependencias de la administración autonómica”.
Según informa la Junta, esta decisión se debe “a que no se ha demostrado que el consumo de cigarrillos electrónicos sea seguro, y puede producir, incluso, efectos adversos en la salud a corto plazo”. Además, se considera “que su utilización en espacios públicos podría producir un efecto llamada en determinados colectivos especialmente influenciables”.
Los cigarrillos electrónicos son dispositivos que no contienen tabaco y que, mediante un sistema electrónico, vaporizan una mezcla compuesta habitualmente por nicotina, propilengicol y otros productos químicos, y tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo han elaborado informes desaconsejando su consumo.
Además, explica el Ejecutivo autonómico, “tanto su presentación -idéntica a la de los cigarrillos tradicionales-, como su utilización, que mantiene el gesto de fumar, pueden incidir negativamente en la deshabituación tabáquica, y la normalización de su uso en espacios públicos puede suponer una influencia negativa en niños y jóvenes y comprometer así los avances realizados en esta materia en los últimos años”.
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