En el marco de los actos organizados por ARSA dentro de la Semana sin Alcohol, pronunció una conferencia de título impactante: ‘¿El alcohólico nace o se hace?’. El doctor José Juan Ávila, psiquiatra de la unidad de Alcoholismo de Salamanca, es bien conocido entre los enfermos, quizás por su enorme implicación en la causa de quienes deciden dejar atrás una adicción que acaba por deteriorar su salud física, social y familiar.
El equipo que dirige, integrado en el servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario de Salamanca, recibe cada año a más de 200 pacientes nuevos. Casi todos los que continúan vinculados a este recurso asistencial al cabo de unos meses logran continuar abstinentes, un porcentaje altísimo que puede servir de estímulo a quienes se plantean iniciar un tratamiento que les rescate de su dependencia del alcohol.
Resultará complicado resumir toda una conferencia en unos cuantos minutos, pero ¿podría aclarar en pocas palabras si el alcohólico nace o se hace?
El alcohólico nace y se hace. Esa es la conclusión de mi conferencia. Porque la herencia juega un papel importante, aproximadamente del 50% y los factores psicológicos, sociales, familiares… el otro 50%. Es decir, existe una mayor vulnerabilidad genética y sobre ella inciden una serie de factores importantes que empiezan en la infancia, y unos son de inicio precoz y otros de inicio tardío. Por ejemplo, si han existido o no abusos físicos o sexuales en la infancia, cómo ha sido el desarrollo psicomotor del niño, cuál ha sido la unión afectiva del niño con sus padres, principalmente con su madre… Luego hay otros factores que se dan más adelante en la vida del sujeto, en la adolescencia, como la influencia de los amigos, las expectativas que las personas tienen sobre el alcohol, la influencia de otros trastornos psiquiátricos o psicopatológicos, como depresión o ansiedad…
Es muy frecuente que la adicción al alcohol se asocie a este tipo de trastornos?
Hay mucha comorbilidad, sobre todo con depresión y con ansiedad, pero son dos trastornos totalmente diferentes. Quiero decir que a veces es muy difícil separarlos, porque los síntomas que presenta el síndrome de abstinencia del alcohol son muy similares a un cuadro de ansiedad, y en ocasiones se confunde y piensa que tiene ansiedad, cuando lo que sufre es un síndrome de abstinencia. Y se confunde mucho más cuando el alcoholismo se da en la mujer, porque como las mujeres beben a escondidas el problema pasa más inadvertido y se suelen quejar de que están deprimidas, de bajón, o de que les duele la cabeza y realmente lo que están pasando es un síndrome de abstinencia.
Hace unos años la unidad de Alcoholismo realizó un estudio sobre las diferencias de género en la evolución de la patología alcohólica. ¿Las mujeres afectadas por esta adicción siguen bebiendo a escondidas o ha cambiado de alguna forma su patrón de consumo?
Siguen bebiendo a escondidas, como tradicionalmente han hecho. Seguimos haciendo estudios sobre el alcoholismo en la mujer y sobre otros aspectos de la dependencia del alcohol, porque nos permiten ser más precisos en el enfoque de la enfermedad y, por consiguiente, tratar de forma más adecuada a los pacientes. Es decir, los estudios nos permiten desarrollar líneas de intervención más eficaces y más centradas en las necesidades reales de los pacientes. Respecto a cómo afecta el alcohol a la mujer, hay dos grandes áreas en las que la mujer se siente afectada por el alcohol: una, como paciente alcohólica, y dos, como sufridora de un marido alcohólico. En el primer caso, siguen teniendo un alcoholismo diferente al del varón, entre otras cosas porque las mujeres están condicionadas por una serie de factores biológicos que no se dan en el hombre y que marcan algunas de las características de su enfermedad, aunque no todas. Y luego también existen factores sociales. A pesar de que hemos avanzado mucho y todo el mundo coincide en que el alcoholismo es una enfermedad, socialmente se sigue viendo como un problema peor en la mujer, y esa concepción negativa que se tiene sobre el alcoholismo femenino hace que las mujeres se recluyan. A su vez, esto supone un handicap para el tratamiento de esta enfermedad, porque si se ocultan, significa que no van a tratamiento, por lo que se deterioran mucho más.
En alguna ocasión ha comentado que es importante que exista cierta presión social que empuje al afectado a pedir ayuda, pero ¿no es paradójico que esa concepción negativa en torno al alcoholismo a la que se refería antes conviva con una gran permisividad respecto al consumo de alcohol?
De alguna manera sí existe cierta presión social, y no solo familiar, que es la más importante. También hay factores sociales que pueden incidir en que una persona acuda a tratamiento. Por ejemplo, se están tomando medidas sociales que me parecen importantes de cara al tratamiento de esta enfermedad, como el hecho de que se establezcan medidas más firmes respecto al consumo de alcohol y la conducción y penas más graves para aquellas personas que conducen bajo los efectos del alcohol. Al final, no les queda más remedio que ir al juzgado, que, con buen criterio, hace que se pongan en tratamiento. Eso es beneficioso, aunque parezca un contrasentido. Pero claro, luego la sociedad tiene la cara opuesta, y es muy permisiva con el consumo de alcohol. De hecho, este año por primera vez la Universidad y el Ayuntamiento se han puesto de acuerdo para que las fiestas universitarias dejen de ser botellones, que ya era hora.
Como responsable de una unidad para el tratamiento del alcoholismo, ¿cómo ve botellones, ferias de día y este tipo de eventos?
Siempre los he visto mal y los he criticado públicamente. Me parece que con ellos se estaba favoreciendo que en el futuro el número de alcohólicos se incremente. Así de fácil. Yo creo que no debemos engañarnos y tenemos que ser conscientes de lo que hacemos, y ese tipo de manifestaciones festivaleras permisivas hacia el consumo de alcohol no son buenas. De hecho, entre los factores protectores para el desarrollo del alcoholismo es que el entorno social y familiar sea un entorno ordenado, en el que el consumo de alcohol esté más o menos regulado y controlado. Porque más allá de la vulnerabilidad biológica, entre esos factores sociales que condicionan el alcoholismo están el precio y la disponibilidad del alcohol, las expectativas que tienen las personas respecto al alcohol…
¿Cuántos pacientes nuevos pasan por la unidad de Alcoholismo?
Por término medio estamos viendo entre 200 y 210 pacientes nuevos. De ellos, aproximadamente 38 son mujeres y el resto, varones. Esto no ha variado; sigue viniendo una mujer por cada cuatro o cinco hombres. Sin embargo, la diferencia de consumidores entre varones y mujeres no es tan amplia, es de sólo 20 puntos. Es decir, un 70% de hombres ya ha consumido alcohol en el último mes y en las mujeres el porcentaje ronda el 50%. Y respecto a las personas que ya tienen un trastorno por consumo de alcohol, hay una mujer por cada dos o tres varones. Es decir, que se están igualando en cuanto a consumo, pero acuden mucho menos a los dispositivos de tratamiento.
¿Cuál es el volumen total de consultas que registra el equipo?
El año pasado tuvimos 2.400 consultas, y hasta el 30 de octubre, este año teníamos 1.900, así que yo creo que superaremos los datos de 2012. Sólo consultas médicas. Luego están las de Enfermería, con una media de 70 mensuales, y las de la trabajadora social, que registra una media de 60 entrevistas cada mes.
¿Diría que la crisis está incidiendo de alguna manera en el consumo de alcohol?
Yo imagino que sí, pero quizá lo veamos dentro de uno o dos años. Lo cierto es que en los últimos cuatro años de crisis se mantiene el volumen de pacientes que hemos visto en la unidad. Probablemente las consecuencias se vean a más largo plazo. Por lo que cuentan los empresarios hosteleros, la gente va menos a los bares y se supone que entonces el consumo será menor.
Otra cosa es que se beba en casa.
No lo creo. El perfil de los pacientes que pasan por la unidad no ha cambiado. Es el de un varón de 42 años de media, que en el 40% de los casos está casado, en algo más del 20%, divorciado y aproximadamente el 50% vive en la ciudad. Y ahora, como consecuencia de la crisis, muchos de ellos están en el paro. El volumen de consumo sigue siendo prácticamente idéntico, al igual que ocurre con el nivel de patología asociada. Y el consumo de alcohol lo realizan fuera de casa. Quizás puede haber variado que en lugar de tomar copas tomen cervezas.
¿Cuántos años suelen pasar hasta que un alcohólico decide ponerse en tratamiento?
La edad media de inicio de consumo de alcohol en la población española está en torno a los 16 años, pero los alcohólicos presentan una media de inicio más precoz, sobre los 14 años, cuando empiezan a probar, se cogen algunas borracheras… El consumo regular excesivo se sitúa en torno a los 22 años y acuden a los dispositivos de tratamiento a los 42 años de media.
¿Cuáles son los motivos que les impulsan a pedir ayuda para superar el alcoholismo?
La verdad es que muchos lo hacen por la presión familiar. La mayor parte. La mujer les dice: mira, o le ponemos remedio a esto, o cada uno por su lado. Y también por problemas de salud. Otros, la minoría, vienen porque se dan cuenta de que tienen un problema.
¿Qué señales pueden hacer sospechar al entorno o al propio afectado de la existencia de una enfermedad alcohólica?
Para la familia, que todos los días llega a casa a medio pelo. O todos los fines de semana, en el caso de los más jóvenes. O bien que pasan demasiado tiempo fuera, en el bar; que dicen: “Ya voy”, y el ya voy son tres horas después. Es decir, no cumplen los horarios. También, que la familia nota cambios de carácter cuando beben. Y para ellos, yo creo que la primera señal de alarma que pueden notar, cuando ya ha pasado mucho tiempo, es que tienen síntomas de abstinencia y que éstos desaparecen con el alcohol. Por ejemplo, para ellos no sería señal de alarma, sino una costumbre, beber en ayunas, que significa tomarse un café y una copa. Pero si eso lo hacen porque por las mañanas se levantan con temblor y con la copa desparece el temblor, puede ser que les induzca a pensar que tienen un problema.
Hay muchas personas que parecen tener más tolerancia al alcohol. ¿Cuándo se pasa la frontera entre un consumo normal y otro patológico?
Quien tiene tolerancia ya tiene un síntoma de enfermedad. Decir: “Es que yo aguanto mucho” ya tendría que hacerle pensar. Además, ellos tampoco son muy conscientes de lo que beben; muchos dicen que se acuerdan de las cuatro primeras, no de las demás.
La unidad de Alcoholismo es uno de los pocos servicios especializados a los que se puede acceder sin derivación de otro recurso.
Pueden venir derivados de todas partes: de centros de salud, de equipos de Salud Mental, de Servicios Sociales, de servicios hospitalarios, por su cuenta… Puede venir cualquier familiar o el propio paciente por propia iniciativa.
¿Cuál es el protocolo que se sigue una vez que el enfermo llega a la unidad?
Quien primero ve al paciente es la trabajadora social, que es la que le informa de lo que hacemos y cómo va a ser su evolución dentro de la unidad, y también es la que discrimina si es una persona que tiene un problema de alcoholismo u otro trastorno psiquiátrico o consumo de drogas, porque aquí sólo se ofrece tratamiento de alcohol y cocaína, porque van muy asociados. A la semana siguiente le veo yo. Tenemos todo muy estandarizado, y hacemos una serie de pruebas psicológicas y de otro tipo que nos sirven para evaluar las características de personalidad de la persona y las de su enfermedad. Como siempre, tenemos relación con el servicio de Medicina Interna del Hospital Clínico, que dirige el doctor Laso, para ver, desde el punto de vista físico, la repercusión que ha ocasionado el alcohol en los pacientes que consideremos que tienen patología médica asociada.
En alguna ocasión ha comentado que la estrecha relación con el servicio de Medicina Interna y con la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Salamanca (ARSA) aumenta mucho el porcentaje de éxitos.
Mejora el resultado terapéutico, y eso es evidente. Es decir, el porcentaje de pacientes que se mantienen abstinentes es mayor que si no existe este sistema de interacción. Y no parece que esto esté relacionado con la severidad de los problemas físicos, es decir, que no muestran más interés porque estén más afectados.
¿Cuántas personas que inician un tratamiento logran seguir abstinentes?
El porcentaje que tenemos de abstinentes es muy alto. Lo que ocurre con los alcohólicos es que hay que tener en cuenta el porcentaje de retención, que aquí también es muy alto. El problema de los alcohólicos es que no aguantan mucho tiempo en tratamiento, y al cabo de seis meses o un año se pierde casi un 50% de pacientes. Pero de los que siguen en tratamiento, el porcentaje de abstinencia es altísimo, casi del 100%. De tal forma que si consideramos a los que se han perdido como no abstinentes, en la muestra global probablemente la abstinencia sea del 50%.
Es decir, que de los que siguen, casi todos consiguen estar abstinentes…
Sí, hay una relación muy significativa entre abstinencia y vinculación al tratamiento. Según un estudio que hicimos entre los pacientes, a los seis meses de tratamiento el 50% estaba abstinente, el 4,8% consumía alcohol y el 41% abandonó el tratamiento. Es decir, que entre los que continúan en tratamiento -el 60% a los seis meses- prácticamente el 95% seguía abstinente, que es un porcentaje muy alto. Además, vimos que el estado civil influye mucho, porque el 69% de los que continuaban abstinentes estaban casados. Este estudio sobre el valor predictivo de la personalidad en la evolución del alcoholismo lo hemos repetido con una muestra mucho más amplia de pacientes y estamos terminando la evaluación.
¿Cómo se establece en la unidad el tratamiento que necesita cada enfermo?
Explicamos a los pacientes qué es lo que hacemos, que ofrecemos tratamiento farmacológico y psicoterapéutico, incluidas las terapias de grupo, y que ellos pueden elegir. De alguna forma, lo que queremos es que ellos se impliquen y tomen decisiones, y en función de la evolución, el tratamiento puede ir adaptándose en función de sus necesidades. En cuanto a las terapias, hay tres a la semana: una por la mañana y otra por la tarde para los enfermos alcohólicos y otra para drogodependientes a la cocaína. Lo que hemos notado es que tenemos muchos más pacientes que deciden venir a tomar la medicación aquí todos los días, y es una forma de que mejore el cumplimiento terapéutico.
¿La dotación de la unidad es adecuada?
Yo creo que ahora, en cuanto a dotación de personal, el equipo está muy equilibrado; está formado por un psiquiatra, una psicóloga, una enfermera, una trabajadora social y una auxiliar de clínica. Probablemente necesitaríamos un psiquiatra más, pero la verdad es que ahora, no sé si porque se ha empezado a notar esto de la crisis, no tenemos lista de espera. Antes sí la teníamos, y probablemente la necesidad de contar con otro psiquiatra era más acuciante, pero ahora no. Desde el punto de vista técnico, no tenemos todos los medios apropiados, y nos falta, por ejemplo, la intranet, porque no podemos tener a los datos de laboratorio, las exploraciones…
Para terminar, ¿qué mensaje podría lanzar a las personas que se plantean si pedir ayuda o no para abandonar su adicción?
Diría que actualmente el abanico terapéutico es más amplio que hace unos años y que en estos momentos se está estudiando cómo ofrecer tratamientos más individualizados y todo eso va a redundar en que el porcentaje de curación o abstinencia sea mayor. Por lo que dicen los pacientes, dejar el alcohol no cuesta tanto, no supone tanto esfuerzo, y cuanto antes se acuda a tratamiento la evolución será mucho mejor y el deterioro físico y mental, menor.
¿Qué efectos positivos tiene la abstinencia sobre una persona alcohólica?
Su vida cambia al 100%. Es algo que se ve mejor en el día a día. Pero desde fuera, cuando una persona lleva un año abstinente, realmente no parece la misma. Por su mejoría física en todos los sentidos: desde el punto de vista hepático, de actividad, de cansancio; a nivel de memoria no tienen los fallos de memoria y léxicos que tenían, es mayor el interés por las cosas, por el trabajo y por los asuntos familiares; muchos encuentran a sus hijos, que de alguna forma los habían perdido… Es como de la noche al día. Y el que se da cuenta de esos cambios y los valora, probablemente no recaerá nunca.
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