El doctor Pedro Luis Sánchez reconoce que es cierta la sensación de que las enfermedades cardiovasculares afectan a personas cada vez más jóvenes, una realidad en la que confluyen diferentes motivos. Dice que hemos “pecado” a la hora de cuidar nuestros hábitos cardiosaludables, y también que las nuevas técnicas de diagnóstico precoz han permitido detectar patologías que hace unas décadas pasaban inadvertidas. En cuanto al pronóstico de las dolencias cardiacas, el especialista sostiene que aunque todavía fallece un 5 o un 6% de los pacientes que llegan al hospital tras un infarto, la mayoría de los afectados logra sobrevivir gracias a los nuevos procedimientos terapéuticos. No obstante, insiste en que se podrían salvar muchas vidas si se extendiera el conocimiento de las técnicas de reanimación cardiopulmonar básica (RCP) entre la población, empezando por la infantil.
Yo creo que hay varias razones. Primero, ha mejorado mucho la atención médica del ciudadano; cada vez tenemos más chequeos reglados, Atención Primaria cada vez nos controla más, e identificamos las enfermedades más precozmente, por la prevención primaria y también porque han mejorado las técnicas diagnósticas. Otro aspecto importante es que hemos pecado a la hora de cuidar nuestros hábitos saludables: hacemos menos ejercicio, la comida es menos sana, muchos trabajos son sedentarios y no suponen un esfuerzo físico, existe un grado de obesidad muy importante, sobre todo infantil, algo que se está identificando como uno de los grandes problemas de la sociedad… El tabaquismo, que antes era un problema básicamente reducido a los varones, ahora afecta a las mujeres en un porcentaje similar; y también está el consumo de drogas. Yo creo que la pérdida de hábitos cardiosaludables y las nuevas técnicas de diagnóstico precoz hacen que, efectivamente, tengamos una sensación de que la enfermedad cardiovascular cada vez es más precoz. Y es verdad. Vemos gente joven con infartos que antes eran más difíciles de ver. También sabemos más de las enfermedades. Antes conocíamos a una persona que moría de forma súbita a los 40 años y no le dábamos más explicación. Ahora sabemos que eso no es normal y que hay enfermedades del corazón que se pueden heredar, y las estudiamos mejor. Otra cosa importante es que los tratamientos han mejorado mucho el pronóstico de los pacientes cardiópatas. Antes la mortalidad por infarto era mucho más alta que ahora, y tenemos muchos más pacientes crónicos que han sobrevivido a la fase aguda de su cardiopatía, así que también observamos enfermedades por supervivencia.
Claro, pero la alarma social asociada a las enfermedades cardiovasculares la generan episodios que ocurren en los campos de fútbol, en los patios de los colegios…
En la mayoría de los casos esos episodios se deben a cardiopatías familiares. En general, las muertes súbitas se dan en pacientes que padecen una patología cardiaca que se hereda y que en ocasiones se manifiesta como muerte súbita, una enfermedad que a veces es difícil de identificar, porque si fuese fácil, esto no ocurría. Hace treinta o cuarenta años estos pacientes estaban en el campo y si morían, se decía: “le ha dado un infarto”. Y ya. Ahora nuestros ídolos son los deportistas, y la televisión hace que estos episodios se conozcan más, pero también que muchos de ellos se puedan evitar, porque podemos estudiar mejor a los ciudadanos. De hecho, no es infrecuente que ahora los padres que tienen un hijo que juega al fútbol le hagan una revisión antes de dejarle irle a jugar, y esas revisiones identifican a pacientes que antes pasaban inadvertidos.
¿Qué signos pueden sugerir la presencia de un infarto o parada cardiorrespiratoria? Porque muchos síntomas susceptibles de anunciar una parada cardiorrespiratoria también pueden deberse a una crisis de ansiedad o a una simple indigestión…
Ese es el mayor problema. Pero yo creo que lo ideal es avisar a los servicios de emergencias ante cualquier dolor torácico que aparece de una forma no explicada -es decir, si uno no se ha dado un golpe, por ejemplo- y que tiene las características propias del infarto: un dolor opresivo, que se va a la espalda, al brazo, o incluso a veces al estómago, que se acompaña de malestar… El dolor del infarto es normalmente de tipo opresivo, como un peso que se va al brazo, en ocasiones a la espalda o a la boca del estómago, y que se acompaña a veces de sudor y malestar. Ante un dolor de origen inesperado, que no acaba de ceder y va a más, lo importante es llamar a los servicios de emergencia cuanto antes para hacer un electrocardiograma y descartar que se trate de un infarto.
Habla de llamar a los servicios de emergencia, no de acudir al médico…
Sí, porque hoy se sabe que, si se trata de un infarto, muchos de estos pacientes pueden tener problemas arrítmicos o una muerte súbita. O pueden ir en el coche conduciendo y sufrir un desvanecimiento. Otra cosa distinta es el paciente que lleva dos días con dolor, que este dolor es secundario a que ha hecho ejercicio físico… Bueno, pues en esos casos, ante la duda, puede acudir a su médico o a los servicios de Urgencias para descartar algo importante. Pero ante el dolor que aparece súbitamente, que va a más y no se acaba de controlar, cuanto antes se avise, mejor.
¿El corazón duele?
El corazón duele. De hecho, parece que el dolor de corazón es mucho más importante de lo que uno piensa. Eso lo sabemos porque, por ejemplo, el paciente trasplantado, al que se le implanta un corazón que pierde la enervación, tiene infartos silentes. Otra cosa es que uno pueda tener un infarto sin dolor, algo que ocurre en uno de cada cinco casos. Pero el corazón duele.
¿Pero entonces duele cuando se está produciendo un infarto?
Sí, cuando se está produciendo una isquemia. A veces el dolor puede deberse a una inflamación en el pericardio… Pero sí, el corazón tiene un sistema nervioso capaz de provocar dolor. Eso no significa que todos los dolores en el pecho sean infartos, ni que una persona no pueda tener un infarto sin dolor; desgraciadamente sí es posible. Y lo sabemos por el ejemplo de los trasplantados, que tienen infartos silentes. Además, cuando el corazón duele, suele hacerlo siempre de la misma manera en la misma persona. Es decir, si una persona ha tenido un infarto y vuelve a sufrir otro, el dolor que siente es parecido; puede ser más o menos intenso, pero de características parecidas. Es decir, que si en el primero tuvo un dolor torácico en un punto concreto que se le iba al brazo y ahora llega con un dolor en otro punto, probablemente no esté sufriendo un infarto. Entre personas varía mucho el tipo de dolor, pero en la misma persona las características suelen ser muy parecidas.
¿Qué pronóstico tienen actualmente los pacientes que han sufrido un infarto?
Muy bueno. A ver, la mortalidad de un paciente que ha sufrido un infarto sigue siendo alta, y todavía un 5 o un 6% de los afectados fallece a nivel hospitalario. En el seguimiento a largo plazo la mortalidad también es mayor, pero la mayoría de los pacientes con infarto que llegan al hospital no muere. Somos capaces de hacer de esto una enfermedad crónica, en la cual uno tiene que cuidarse mucho, porque es una dolencia que no se cura. Nosotros ponemos los muelles, los stent, pero la enfermedad que causa el infarto, que es la arteriosclerosis, sigue progresando, y por eso es fundamental que los pacientes cuiden la dieta, que controlen el colesterol y la tensión arterial y, sobre todo, que hagan ejercicio, que es una cosa sobre la que la gente no está muy mentalizada.
Quizá es porque se piensa que es malo hacer ejercicio si se ha sufrido un problema cardiaco.
Todo lo contrario. Hoy sabemos que cuanto antes hagamos el ejercicio, mejor van a ir los pacientes. Cuanto antes empiecen a caminar de una forma controlada y moderada, mucho mejor, sin ninguna duda. Y esto es importante. Las bajas por infarto, que antes eran eternas, han cambiado totalmente.
Se ha hablado muchas veces de la importancia de que los ciudadanos conozcan la técnicas de reanimación cardiopulmonar básicas (RCP). ¿Realmente son tan eficaces y pueden salvar vidas?
Sí, muchas. Y esto es un problema que pasa porque sean una asignatura obligatoria del colegio. Además, en esto no se necesita esperar a las leyes, porque muchas veces estas cosas se hacen gracias a iniciativas urbanas. Nosotros estaríamos encantados de ir a los colegios y explicar en qué consiste una técnica de RCP básica. Muchas veces basta solamente con saber cómo tienes que alertar a los servicios de emergencia lo más pronto posible y cómo puedes identificar que una persona tiene un problema grave. Ya no sólo es dar el masaje, sino conocer cómo debes actuar. Eso será fundamental para los niños.
¿Sería eficaz la formación incluso en niños?
Sí, sí. Yo creo que a los 11 o 12 años sería muy eficaz una clase de problemas médicos urgentes; por ejemplo, explicarles qué tienen que hacer en su casa ante un atragantamiento o una parada, cómo tienen que llamar al 112, dejar abierta la puerta y luego ponerse a atender a su madre. Si no enseñas esto tan sencillo de dejar abierta la puerta, el niño se pone nervioso y los servicios de emergencias no pueden entrar. En muchos países esto está extendido y se ha demostrado que salva vidas. No significa que tengas que dar una clase todas las semanas, pero sí que, dentro de la formación, cada año vaya una persona a hablar de estas técnicas. No sólo a los niños, también al resto de ciudadanos, pero empezar con los niños sería lo más eficaz. Yo creo que la escuela es el sitio donde deberíamos empezar.
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