“Tuve la oportunidad de ir a trabajar a Alemania, pero no quise. Quiero trabajar en Siria, porque la gente nos necesita y ahora hacen falta muchísimos médicos”, afirma Thurayia Zein Al Abidin, pediatra en el hospital de Al Salamah de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el distrito de Azaz, en el norte de Siria.
Thurayia Zien Al Abedin, pediatra en un hospital de Siria
Thurayia trabaja con MSF desde 2013, y es uno más de los cerca de 150 sirios que componen el personal del hospital. Es el mayor centro médico de MSF que queda en Siria. El distrito de Azaz se encuentra a 32 kilómetros al noroeste de la ciudad de Alepo, cerca de la frontera con Turquía. El hospital de MSF opera en un contexto de cambios constantes en las líneas de frente y combates entre los numerosos grupos armados, incluidos el Gobierno de Siria, las fuerzas opositoras, el autodenominado Estado Islámico y las fuerzas kurdas.
Cuando funciona a plena capacidad, ofrece asistencia ambulatoria y hospitalaria, incluida la atención materna. Cuenta con una sala de Urgencias, un quirófano, un servicio de Radiología y un laboratorio. Un pequeño equipo de personal internacional apoya al equipo sirio desde el otro lado de la frontera turca.
El distrito de Azaz ya acogía a miles de desplazados antes de la reanudación de los combates en febrero, abril y mayo, que provocaron nuevas oleadas de desplazados. Decenas de miles de personas, entre ellas mujeres, niños y ancianos, llegaron al distrito en una búsqueda desesperada de refugio frente a un conflicto incesante.
Se estima que actualmente unas 100.000 personas están atrapadas en la zona, acorraladas entre los combates y la frontera con Turquía, que permanece cerrada. Las oleadas de desplazamientos se producen en un entorno en el que, por desgracia, los ataques contra civiles -también a hospitales y al personal médico- se han convertido en algo normal.
“El número de heridos no disminuye. Al contrario, aumenta a medida que las líneas de frente en torno a Sijo y el área de Azaz se acercan al hospital”, explica el asistente anestesista Osama Haj Irhayyem.
Como los hospitales en las áreas circundantes han sido bombardeados y el personal médico ha huido, el hospital de MSF se ha convertido en una de las pocas opciones para las personas más necesitadas, pese a haber sido alcanzado por fuego de ametralladora en 2013.
“Te sientes consternado cuando hay que trasladar a los heridos y no sabes si deberías hacerte cargo de los casos más graves o de los más leves. Por suerte, los médicos se encargan de tomar esa decisión. Lo que de verdad me rompió el corazón fue una mujer que llevaba a Bab Al Salamah, y que acabó dando a luz en el vehículo. Esto me llegó más al alma que la sangre, los atentados o los asesinatos”, declara Bakri Jallat, conductor de ambulancia.
“El problema más común entre los niños que acuden al hospital es que se orinan encima por miedo a los bombardeos aéreos”, prosigue Thurayia.
Es imposible explicar la dedicación y el compromiso de nuestros equipos dentro de Siria, muchos de los cuales tuvieron la oportunidad de abandonar el país, pero decidieron quedarse, arriesgando sus vidas para poder ayudar a las personas más necesitadas. Actualmente, la mayoría de los miembros de nuestro personal se han visto desplazados de sus hogares, y algunos de ellos residen en el interior o en las inmediaciones de los campamentos, junto a la frontera, mientras que otros duermen en las propias instalaciones del hospital.
Trabajo sin descanso
Muchos ya eran personas desplazadas en el distrito de Azaz. “Debido a las difíciles condiciones de vida que habíamos padecido, decidimos mudarnos aquí y traernos a nuestras familias. Abandonamos nuestros pueblos y aldeas”, relata Samir, una enfermera.
Día tras día en estas condiciones inimaginables, nuestros equipos trabajan sin descanso para proporcionar atención médica a sus comunidades. Con el objetivo de satisfacer las necesidades médicas tras las nuevas llegadas de desplazados a partir de febrero, el hospital aumentó su capacidad, con un incremento de 28 a 52 camas.
En un punto álgido de desplazados registrado en marzo, atendimos a casi tres veces la media de personas en nuestro servicio de atención ambulatoria, alcanzando las 8.141 consultas, frente a las 2.811 realizadas en enero, y practicamos casi el doble de cirugías y consultas de urgencias.
El hospital también incrementó el servicio de autobuses que visita los campamentos y las áreas circundantes para que la gente con necesidades médicas pueda acudir al hospital. “Quienes viven allí lo hacen en circunstancias muy difíciles, y las tiendas de campaña se encuentran en un estado deplorable, especialmente cuando llueve. Vemos a madres e hijos cubiertos de barro, y muchas de ellas lloran desesperadas porque sus hijos no se recuperan”, recuerda Thuraiya.
No se trata simplemente de prestar atención médica. También contamos con un equipo dedicado a la respuesta de emergencia trabajando en el hospital. Desde febrero, han distribuido artículos de primera necesidad, como tiendas de campaña, mantas y kits de higiene a más de 54.000 personas, además de mejorar las condiciones de agua y saneamiento para las personas desplazadas.
En abril y mayo, el deterioro de la situación de seguridad nos obligó a reducir algunas de las actividades y el personal. Un pequeño equipo básico trabajó las 24 horas haciendo todo lo posible para continuar proporcionando atención médica y ayuda de emergencia a las personas necesitadas. A finales de mayo, las líneas de frente del Estado Islámico llegaron a tan solo tres kilómetros del hospital, por lo que el hospital de MSF se vio forzado a cerrar temporalmente. Ahora la línea de frente ha retrocedido un poco, y el hospital ha podido reabrir sus puertas en junio, pero por el momento se limita a casos de emergencia, intervenciones quirúrgicas y atención médica vital.
Esperamos poder volver a operar plenamente lo antes posible, pero por ahora la situación sigue siendo muy inestable.
*Jo Kuper es periodista de Médicos Sin Fronteras
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