El coronavirus ha infectado a más de 40 millones de personas en el mundo y ha provocado más de un millón de muertes en menos de un año. Todavía no está claro el motivo por el que algunas personas pasan la enfermedad de forma asintomática mientras que otros acaban muriendo o sufriendo consecuencias muy severas. Aunque la edad, las enfermedades y los tratamientos previos de los pacientes pueden definir el pronóstico en algunos casos, tampoco se puede explicar con exactitud cómo evolucionará la enfermedad.
Uno de los tratamientos que han sido objeto de debate sobre su papel en la evolución de la COVID-19 ha sido el de las estatinas. Este fármaco, que ayuda a reducir el colesterol en la sangre y se utiliza para prevenir enfermedades cardiovasculares, lo toma actualmente una de cada cuatro personas, y es el medicamento más utilizado por la población general. Ahora, una investigación del Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili (IISPV) y de la Universitat Rovira i Virgili (URV) dirigida por el investigador Lluís Masana ha puesto de manifiesto que las personas que siguen un tratamiento con estatinas tienen un riesgo de morir por COVID-19 entre un 22 y un 25% inferior. Los resultados de la investigación han sido publicados en la prestigiosa revista científica European Heart Journal-Cardiovascular Pharmacotherapy.
El estudio, que se llevó a cabo a través de la Red de las Unidad de Lípidos y Arteriosclerosis de Cataluña (XULA), recogió información de 2.159 pacientes infectados por SARS-CoV-2 de 19 hospitales de Cataluña durante la primera ola de la pandemia, desde marzo hasta mayo. Los investigadores valoraron unas cien variables clínicas por paciente tales como edad, sexo, enfermedades previas, niveles de colesterol, evolución de la enfermedad, tratamientos utilizados para la COVID-19, etc.
Se compararon los datos de mortalidad de aquellos pacientes que seguían un tratamiento con estatinas con los de quienes no las tomaban, y también se valoró qué efecto tenía retirar las estatinas o no hacerlo en el momento del ingreso. “En nuestra comparación ajustamos los grupos para que fueran comparables en cuanto a edad, sexo o presencia de enfermedades previas”, explica Masana, quien ha coordinado el estudio desde la Unidad de Investigación de Lípidos y Arteriosclerosis del Departamento de Medicina y Cirugía de la URV, que forma parte de la Red CIBERDEM, que recoge grupos de investigación en diabetes y metabolismo en España. Masana es también investigador en el Hospital Universitario Sant Joan de Reus.
El porcentaje de pacientes que murió en el grupo que no recibía tratamiento con estatinas fue del 25,4%, y de un 19,8% entre los que tomaban el fármaco, es decir, un 22% menos. “Los datos indican que con el tratamiento con estatinas se evitaba una de cada cinco muertes”, indica Masana. Además, si el tratamiento con este medicamento se mantenía durante el periodo de hospitalización, el porcentaje de mortalidad se reducía hasta el 25%, evitando así una de cada cuatro muertes.
Así pues, “no sólo se demuestra que el tratamiento con estatinas no empeora el curso de la COVID-19, sino que reduce significativamente la mortalidad de los pacientes”, destaca Lluís Masana.
Uno de los efectos indirectos de la pandemia ha sido el abandono de las medidas preventivas de enfermedades crónicas y de mantenimiento del estado de salud, como es el caso de las estatinas. “Incluso este hecho ha sido en ocasiones recomendado por facultativos pensando que su uso podría empeorado los efectos de la COVID-19”, apunta Masana. En este sentido, además de la mortalidad directa por la infección, la enfermedad puede producir un incremento de complicaciones e, incluso mortalidad debido a esta falta de seguimiento terapéutico y de controles médicos sobre la medicación habitual. “En el caso de las estatinas, demostramos que en ningún caso se puede utilizar el miedo a la pandemia para justificar la suspensión del tratamiento”, concluye el investigador.
Aunque esta investigación no ha sido diseñada para demostrar que administrar estatinas a los pacientes de COVID-19 reduciría el riesgo de muerte, sí que abre las puertas a realizar un estudio para comprobarlo.
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