Me encuentro estos días algo despistada y revisitando, una y otra vez, cómo hago determinadas cosas… A qué se debe, cómo influye el contexto, cuánto llevo de serie en cuanto a forma de responder y cuánto surge en el momento.
Por ejemplo, recientemente me he dado cuenta de que 1) soy lenta… mucho más lenta de lo que yo creía y para muchas más cosas, 2) para poder conversar sobre algunos temas específicos, en mi cabeza la conversación ha de tener una determinada forma y 3) determinadas circunstancias pesan más que mi entusiasmo por estar involucrada en múltiples proyectos.
Aunque así leídos estos elementos puedan parecer baladíes, no lo son. Y no lo son, puesto que tienen impacto en aquellos que me rodean y con los que me relaciono, y se ponen de relieve, muy especialmente, en el ámbito profesional. Afortunadamente en esta ocasión, la reflexión dando a ver qué impacto tiene todo esto en los demás.
Ofreceré algunos ejemplos.
Ser lenta, en sí, no es un problema para mí. Tan sólo surgen roces cuando llego a la intersección en la que alguien espera algo de mí, en un momento determinado. En el mejor de los casos, negociaremos y acordaremos el tiempo que ambas partes podamos asumir para completar la tarea… En el peor, si yo siento que me apresuran (y por otras buenas razones, permito que me apresuren), resultará en enfado con quien me apremia y también en irritación conmigo misma por sentir que no estoy haciendo las cosas con la perfección que a mí me gusta, es decir, tener la sensación de hacer las cosas a medias (soy perfeccionista). En el mejor de los casos, salvaremos la situación mal que bien… En el peor, intentaré no volver a trabajar con la persona apremiadora o llegaré a la siguiente interacción con ella con armadura completa.
La necesidad de estructura para determinadas conversaciones tampoco me resulta, a priori, gran dificultad… si no fuera porque en ocasiones se convierte en excusa para no hablar de temas importantes y necesarios o retrasar el compartir información útil con el equipo o acabar empleando el tiempo en temas menos interesantes y productivos porque, sencillamente, no abriré determinadas conversaciones, a menos que tenga tres horas disponibles para las mismas.
Estas son las consecuencias observables. Las menos observables y también plausibles: incredulidad de colaboradores transformándose paulatinamente en menor confianza, colaboradores que asumen que no estoy disponible o no podré participar en un proyecto (en ocasiones, me da la sensación de que esto mismo lo asumo yo, reduciéndome significativamente las posibilidades), colegas hartos de sentir que una y otra vez intento imponer mi manera…
El tercer tema es el de la realidad que se impone, una y otra vez, recordándome que el día tiene 24 horas y que por mucho que yo sienta que tengo la capacidad de estirar el tiempo como si fuera chicle, no es chicle. Y al no poder estirarlo y seguir diciendo que sí a mucho más de lo que puedo abarcar, llega un momento en el que en algún lugar de la cadena se sufre el impacto… en forma de retrasos, en calidad, en cambios constantes último minuto, en una lista interminable de tareas, en estrés… Sin hablar del enorme gasto de energía que supone saltar de una cosa a otra.
Quizá en este momento se estén preguntando: bueno, bien, ¿y todo esto a mí de que me sirve? Es cierto que lo que aquí cuento son únicamente mis experiencias y responde a mis necesidades y reflexiones. Quizá ese sea el elemento más relevante y que me gustaría compartir. Darme cuenta de lo que hago, ser plenamente consciente de lo que hago, cómo y de sus consecuencias, me está permitiendo poder intentar –espero también, en algún momento, conseguir- poner en marcha formas diferentes de hacer y probar otras maneras, de forma consciente, prestando atención.
Y desde esa consciencia aspiro a poder cambiar gradualmente mis formas fijas de hacer para poder responder adaptándome mejor a colaboradores, interlocutores y circunstancias. Todo ello, con la intención de reducir, en mucho (preferiblemente) o en parte, los impactos negativos de los que he hablado… tanto para los demás, como para mí. Es por ello que quería compartirlo.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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