Me despierto en un día muy lluvioso y muy feliz. Rodeada de quienes quiero y más. Regresando de llevar a los niños al colegio, escucho que Paco de Lucía nos ha abandonado. En pocos minutos, al albor de su música mágica, reflexiono sobre cómo cambia la vida en un segundo, ese que nos separa de estar aquí, físicamente, a estar aquí en el recuerdo y con nuestro legado. Rememoro Cositas buenas… Un regalo de maestría.
Me pregunto entonces si los parámetros con los que medimos nuestras vidas, lo que nos parece relevante en el lado del vivir, mantiene su relevancia una vez que hemos pasado la línea… O si, simplemente, se cae, se derrumba y, en un abrir y cerrar de ojos, se precipita al final de la lista o se convierte en algo que carece de sentido.
Sospecho que para la mayoría de nosotros, estemos donde estemos en el mundo (aunque probablemente el contraste sea más acusado para quienes vivimos en economías desarrolladas) será el segundo escenario el que se impone.
Cuando hablamos sobre quien nos deja no hablamos, fundamentalmente, del imperio que construyó, ni del valor de las acciones y participaciones que tenía cuando se marchó, ni del número de propiedades, ni de cuánto contribuyó al incremento del PIB, ni del puestazo que tenía, ni de los cientos de personas a su cargo… Ni tan siquiera de que estaba en los foros más importantes mundiales o locales. No.
Cuando alguien nos deja hablamos de su calidad como persona, de las huellas que dejó en cada interacción que tuvo con nosotros y con los demás, de cómo contribuyó o no al bienestar y la felicidad de otros. Hablamos de las pequeñas cosas que hacían a la persona única, de eso que sólo él o ella podían ofrecer al mundo. En general (siempre hay excepciones) comenzamos a añorar lo maravilloso que tenían y conseguimos (en la mayoría de los casos) hasta reírnos de lo que nos molestaba de ellos.
Si, como parece, aquello a lo que le damos importancia extrema en el día a día cambia drásticamente de nivel ante uno de los eventos más importantes de nuestras vidas, la muerte, ¿por qué continuamos manteniendo ésta peculiar tabla de valores? ¿Por qué nos empeñamos en medir únicamente o dar más importancia a lo material y se nos olvida medir lo intangible, lo que tiene la capacidad de hacernos felices, de satisfacernos?
Creo que en las profesiones de quienes queremos servir a los demás (y en todas hay un componente de servicio), eso que no se puede medir, la calidad de la interacción, la huella que dejamos en las personas con las que nos relacionamos es, sin duda, el elemento diferencial… ¿Empezamos a valorarlo antes del día inesperado en el que hayamos de cruzar la línea?
Que hoy sea un día bien vivido (http://www.youtube.com/watch?v=mVag67ncuFw).
Recordamos que SALUD A DIARIO es un medio de comunicación que difunde información de carácter general relacionada con distintos ámbitos sociosanitarios, por lo que NO RESPONDEMOS a consultas concretas sobre casos médicos o asistenciales particulares. Las noticias que publicamos no sustituyen a la información, el diagnóstico y/o tratamiento o a las recomendaciones QUE DEBE FACILITAR UN PROFESIONAL SANITARIO ante una situación asistencial determinada.
SALUD A DIARIO se reserva el derecho de no publicar o de suprimir todos aquellos comentarios contrarios a las leyes españolas o que resulten injuriantes, así como los que vulneren el respeto a la dignidad de la persona o sean discriminatorios. No se publicarán datos de contacto privados ni serán aprobados comentarios que contengan 'spam', mensajes publicitarios o enlaces incluidos por el autor con intención comercial.
En cualquier caso, SALUD A DIARIO no se hace responsable de las opiniones vertidas por los usuarios a través de los canales de participación establecidos, y se reserva el derecho de eliminar sin previo aviso cualquier contenido generado en los espacios de participación que considere fuera de tema o inapropiados para su publicación.
* Campos obligatorios