La música es considerada como un lenguaje, y entre muchas de sus funciones está la de comunicar y evocar sentimientos, pensamientos y emociones. El procesamiento cerebral de la información musical es independiente del lenguaje común hablado, ya que compromete varias zonas para llevarse a cabo.
Si algunas de estas regiones del cerebro se ven afectadas en cuanto a su anatomía y/o su funcionalidad se puede diagnosticar amusia.
La Agnosia musical o A-musia, significa “carencia de música”. Denominada por Steinhals en 1871, se origina, como bien se ha dicho, debido a lesiones en el cerebro de uno o varios componentes básicos de la percepción de la música.
La causa puede ser congénita o adquirida -accidente cerebrovascular (ACV), implante coclear-. Las secuelas se advierten en la incapacidad de percibir y reconocer los ritmos musicales, el timbre, el tono, etc., así como también la incapacidad de poder sentir placer y emocionarse con la música.
Este deterioro o pérdida de la capacidad de reconocer o evocar elementos musicales dan la existencia de diferentes tipos de amusias, dependiendo de la zona cerebral dañada. Se clasifican en sensoriales (incapacidad de cantar, silbar, murmurar o tararear alguna canción) y motoras (incapacidad de ejecutar un instrumento musical, leer y/o escribir música). La persona puede sufrir alguna de ellas de forma aislada o la combinación de ambas, con su consecuente afectación cognitiva (memoria, atención, concentración, etc.).
Al principio se creía que sólo los músicos podían padecer de este trastorno, y con el tiempo se comprobó que cualquier persona puede ser víctima de la amusia. Lo que sí se ha evidenciado es que los músicos profesionales advierten su presencia mucho antes que las personas que no lo son.
Según los estudios científicos realizados, los pacientes con amusias congénitas no sienten la necesidad de escuchar música, debido a la falta de placer e interés que les provoca. Generalmente, el tratamiento se basa en activar la neuroplasticidad de las conexiones fronto-temporales del cerebro a través de la exposición frecuente a la música. Se trata de brindar experiencias sonoras con actividades específicas diseñadas por especialistas. Las mismas giran en torno de la discriminación del sonido y sus parámetros.
También se han creado programas informáticos que ayudan en la rehabilitación. Los neurocientíficos, musicoterapeutas y otros profesionales de la salud siguen investigando acerca de este trastorno para diagnosticar con más precisión, mejorar los tratamientos de rehabilitación y garantizar una mejor calidad de vida al paciente.
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