Esta pregunta se repite en las consultas de los médicos de Familia, y la doctora sabe lo difícil que es dar una respuesta. Siempre que contesta le queda un regusto amargo que la deja insatisfecha, y hoy ha sido un día malo; han sido varios los pacientes que se han acercado para preguntar si ella sabe algo de su cita o si puede hacer algo para acelerarla.
Han pasado por la consulta Josefa, con 83 años, que, estando estupendamente de salud, ha perdido vista en los últimos meses, y su hijo está preocupado por si sufre un accidente doméstico; Julián, con 75 años, que lleva más de dos meses con una sonda urinaria que, aunque se retiró tras el inicio de tratamiento en Atención Primaria, tuvo que volver a colocarse y tendrá que esperar a ser visto por el urólogo y a la solución definitiva del problema de su próstata; Raquel, de 30 años y de baja por una ciática, le ha traído el informe de la resonancia magnética realizado en una clínica privada, porque tras seis meses de espera para que la viera el traumatólogo y se la solicitara, ha decidido pagar y no tener que esperar otro medio año para su realización.
Pero lo que más le ha dolido ha sido lo que Fernando le ha puesto encima de la mesa. Hoy ha venido con un problema que se ha podido solucionar en Atención Primaria, pero antes de irse le ha comentado: ?”Mira, me he hecho un seguro privado, porque no es muy caro y así no dependo de las listas de espera para ir a un especialista o para hacerme pruebas complementarias. Pero si tengo un problema importante tengo la Seguridad Social”?.
¿Qué pasa con las listas de espera para acceder a una consulta de especialistas hospitalarios? La realidad es que no hay información. Los pacientes derivados desde los médicos de Familia entregan el volante de la derivación al área administrativa de los equipos de Atención Primaria. Desde allí se envía la solicitud de cita al servicio de Citaciones, desde donde se ubica en las consultas solicitadas, y por fax se remite de vuelta a los equipos de Primaria para que avisen a los pacientes indicándoles el día, la hora y el lugar en el que serán atendidos.
Pero esta situación es la excepción. Como las consultas de los especialistas están completas, se decidió que éstas se abrirían de mes en mes, de forma que todos aquellos que no caben en el próximo mes, pasan a engrosar un limbo oscuro que mes a mes se reubica en las consultas que se abren; de esta forma es imposible saber en qué posición te encuentras y cuándo entrarás en el cupo mensual, sobre todo si hay consultas que no se abren porque alguien se jubila o, simplemente, se pone enfermo o se va de vacaciones.
Esta situación hace que en la actualidad algunos servicios del hospital tengan hasta año y medio de espera, y la mayoría pase de los seis meses para primera consulta. La lista de espera quirúrgica está regulada por ley y es pública; pero ¿cuánto se retrasa una intervención quirúrgica, por ejemplo de cataratas, si para entrar en esa lista antes tienes que esperar más de un año para que te vea el oftalmólogo? Y esto es así con cada proceso: lista de espera para primera consulta, lista de espera para pruebas complementarias, lista de espera para segunda consulta y, finalmente, lista de espera para la intervención quirúrgica, si así se precisa.
La doctora sabe que la situación se está haciendo insostenible, que los pacientes empiezan a dudar de que la Sanidad pública sea la mejor, que se está creando una opinión de que el sistema público no da más de sí y que hay que aceptar los conciertos y la gestión privada. Sin embargo, ha visto desde sus inicios laborales, en el año 1980, cómo el sistema público de salud español ha ido evolucionando hasta ser considerado uno de los mejores del mundo.
Tiene claro que en los últimos años se ha ido fraguando el deterioro actual, realizando recortes y propaganda dirigida a desprestigiarlo, de forma que el ovillo se haga tan grande que ya parezca imposible desmadejarlo, pero sabe que no es así, que lo que falta para que el sistema público funcione es un cambio en las actuaciones políticas, aumentando la inversión en el sistema público, tanto en personal asistencial e investigador, como en material y aparataje; todo ello unido a una gestión pública comprometida y dirigida a optimizar la utilización correcta de los recursos existentes, entre otras actuaciones, con una verdadera ley de incompatibilidades.
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