El año pasado, en la fiesta de Reyes, pensé hacer un regalo a cada miembro de nuestra pequeña familia de cinco. Un regalo muy pequeño y muy sencillo, que no simple. De modo que envolví, dentro de cinco bonitos papeles, cinco piedras recogidas con mimo en la playa de Mesquer.
Piedras que elegí para cada uno, con la condición de que cupieran en las manos de quien las recibiría, fueran sólidas, de tacto agradable y que reflejaran nuestros diferentes caracteres.
Abrir el pequeño paquete fue fuente de sorpresa y desilusión reflejada en los rostros de mis pequeños… ¿Para qué me regalan una piedra? ¿Esto para qué lo quiero? ¡Menuda tontería! Tanto fue así, que las piedras acabaron tiradas por cualquier sitio y tuve que recogerlas de los lugares por dónde se encontraban al final del día.
El origen del regalo fue buscar una manera de gestionar la frustración que me llegaba en muchas ocasiones cuando nos sentábamos a conversar (más bien a pisarnos con la palabra los unos a los otros) todos juntos. Al no verme con capacidad de poner en marcha un proceso formal con mis niños, decidí introducir un comienzo a través de las piedras. Su sorpresa, rechazo y múltiples preguntas al recibir algo que bajo ningún concepto consideraban un regalo, y mucho menos algo útil, me permitió explicarles qué significaban y para qué servían.
La piedra, les dije, “no es más que una excusa para intentar tener mejores conversaciones y escucharnos de verdad. Cuando estemos hablando, sólo podrá hablar quien tenga la piedra en su mano en ese momento, y todos los demás tendremos que escucharle con atención. La piedra irá pasando de unos a otros para permitir que todos y cada uno de nosotros podamos compartir lo que necesitamos, mientras los demás escuchamos atenta y respetuosamente lo que tienen que decir”.
A lo largo de este año, no hemos usado las piedras con profusión, aunque sí nos han sido útiles en dos o tres ocasiones conflictivas. De alguna manera, sentarnos en círculo y compartir cómo nos sentimos nos ha permitido comprendernos mejor y dar significado a algunas reacciones que tenemos y que en ocasiones nos sorprenden.
Lo más importante no es contabilizar cuántas veces las hayamos empleado o con cuánto éxito. Lo que valoro enormemente ha sido el gesto de mi hija pequeña, que ayer, después de un inicio de día complicado, al reunirnos de nuevo en la mesa para cenar, se levantó para buscar su piedra, creó el círculo y puso en marcha el proceso recordándonos que, a partir de aquel momento, sólo podría hablar quien la tuviera en sus manos… al tiempo que los demás debíamos escuchar con toda nuestra atención.
En ese momento me di cuenta de que nada de lo que hacemos o decimos, por pequeño que sea, pasa desapercibido. Ni lo útil ni lo menos útil. Nuestras buenas formas y comportamientos y también los que dejan bastante que desear. Me sentí muy afortunada al ver que Carmen traía lo que necesitábamos en ese momento para ayudar a que nuestra conversación fuera real y fluyera. Creo, y espero, que continuará haciéndolo a lo largo de su vida, allá donde sea necesario. Fue entonces cuando supe que las piedras fueron uno de los mejores regalos que tuvimos en Reyes.
Feliz semana.
La utilización de una ‘pieza de la palabra’ (‘talking stick’ o ‘talking piece’) procede de la tradición de las tribus indias norteamericanas cuando se reunían en consejo, siempre en círculo. Se empleaba este proceso para garantizar que todos los líderes eran escuchados y que aquellos que estaban hablando no eran interrumpidos. Normalmente, el líder daba comienzo a la conversación y los demás iban respondiendo y/o compartiendo sus percepciones y opiniones sobre la materia de la que se hablaba.
La ‘pieza de la palabra’ tiene el efecto de asegurar que se escuchan todas las voces (no sólo las más altas o las de aquellos que ostentan la autoridad), y ayuda a aumentar la calidad de nuestro discurso (pues tenemos que pensar qué compartir y cómo) y nuestra escucha de lo que allí se está compartiendo para poder emitir opiniones y exponer cómo nos sentimos respecto al tema. Asimismo, impone una velocidad de conversación más pausada, permitiéndonos reflexionar sobre el contenido (y las implicaciones) de lo que allí se está compartiendo.
En una conversación en círculo:
• Es respetuoso presentarse.
• Es importante que el círculo de personas escuche con respeto a la persona que habla.
• La persona que habla debe ‘hablar desde el corazón’.
• La comunicación que tenga lugar debe mantenerse totalmente confidencial.
Fuente: First Nations Pedagogy (www. firstnationspedagogy.ca)
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
Recordamos que SALUD A DIARIO es un medio de comunicación que difunde información de carácter general relacionada con distintos ámbitos sociosanitarios, por lo que NO RESPONDEMOS a consultas concretas sobre casos médicos o asistenciales particulares. Las noticias que publicamos no sustituyen a la información, el diagnóstico y/o tratamiento o a las recomendaciones QUE DEBE FACILITAR UN PROFESIONAL SANITARIO ante una situación asistencial determinada.
SALUD A DIARIO se reserva el derecho de no publicar o de suprimir todos aquellos comentarios contrarios a las leyes españolas o que resulten injuriantes, así como los que vulneren el respeto a la dignidad de la persona o sean discriminatorios. No se publicarán datos de contacto privados ni serán aprobados comentarios que contengan 'spam', mensajes publicitarios o enlaces incluidos por el autor con intención comercial.
En cualquier caso, SALUD A DIARIO no se hace responsable de las opiniones vertidas por los usuarios a través de los canales de participación establecidos, y se reserva el derecho de eliminar sin previo aviso cualquier contenido generado en los espacios de participación que considere fuera de tema o inapropiados para su publicación.
* Campos obligatorios