Lo mejor es sacar el tema ya, en una conversación, y quizá en más de una. Procura definir el problema y las posibles soluciones, y que tu pareja esté al tanto de la dificultad y de las alternativas que le das. A ti te toca escuchar sus sugerencias, llegar a un acuerdo en la posible solución y empezar a crear un plan de acción. Poneros un plazo para comprobar que funciona… y celebrarlo.
Para que la comunicación sea eficaz, busca el momento idóneo, y con tacto encuentra un momento tranquilo. Explícalo claramente y se concret@. Háblale de lo que necesitas, de cómo lo sientes. No le hables de lo que él/ella hace o no, porque puede llegar a culpabilizarse. No muestres desprecio, ni estés a la defensiva. Cuando expreses una queja, que quede claro que rechazas la conducta, no a tu pareja. Escucha con atención y comprueba que os habéis entendido.
Como eres tú quien rehúye el sexo, te dejas llevar por la inercia porque te resulta cómodo… Pero, ¿tú le quieres? Y aún así, sigues, a pesar de su descontento, de su infelicidad… Qué triste si lo has decidido… ¿Le quieres o tu amor es una suposición? Piensa en esto.
¿Sabéis que cada uno de vosotros goza de un privilegio para destruir o potenciar la forma de funcionar sexualmente o de sentir el placer del otro? Como decía Helen Kaplan; por eso cada uno de los dos tiene una gran responsabilidad con su pareja. Tenlo en cuenta.
Esta conversación es necesaria, pero quizá ambos no necesitáis la misma frecuencia sexual. Interpretáis y dáis cosas por supuestas, lo que va en vuestra contra. Tenéis que empezar por concretar qué es buen sexo y aclararos. ¿Cuánto sexo desearías tener? ¿Qué entiendes por sexo? ¿Hay algo que te disgusta, y que no tiene que ver con la frecuencia? ¿Con qué relacionas vuestras diferencias -sin señalar a nadie-? ¿Hay cosas que puedan favorecer para vivir mejor esta situación? ¿Quizá algo que no es sexual y que puedo hacer yo?
Escucha a tu pareja con tu empatía; quizá tiene algo que decirte o existen diferencias entre vosotros; uno quiere sexo agresivo y el otro, hacer el amor, o abordar cómo hacer frente a la rutina. Y es que no sólo expresa sus deseos y sus necesidades, sino te muestra sus sentimientos, sus miedos, su dolor. Si estuvieras en su piel, ¿cómo te sentirías? Se trata de que os miréis a través de los ojos del otro. Y si habláis con sinceridad, podéis conocer cuál es la frecuencia sexual preferida por el otro, lo que podría mejorar los encuentros que tenéis, y qué es lo que echa de menos…
Para vosotros es importante compartir todo lo que os ayude a entenderos mejor. No sea que creáis que habláis de lo mismo y cada uno esté en un pueblo. Cuando todas vuestras necesidades estén expuestas, hay que llegar a un acuerdo, a comprometeros… ¿no?
Y por qué no, darle una oportunidad al ¿por qué no? en lugar de decirle: “No me apetece, estoy cansado”. Permites el acercamiento, te dejas acariciar… -porque suponemos que te importa-, y a ver qué pasa. Seguro que si tu actitud es positiva vas a disfrutar, si cambias el pensamiento: te dices “voy a por mi placer”, en lugar de “a ver si acaba pronto”, o cualquier otro pensamiento que impida tu disfrute…
Y si tú que me lees eres varón, los sexólogos sabemos que esto también se puede aplicar a los hombres, porque el modelo de respuesta sexual lineal -“deseo, excitación, meseta y orgasmo”- no tienen por qué seguirlo siempre. A veces partes de una postura de neutralidad sexual y no tienes deseo previo para acercarte a ella o permitirla acercarse…
Creo que no pierdes nada si le das una oportunidad, utilizas el “por qué no” y te dejas acariciar y acaricias… Y a ver qué sucede. ¿Te parece?
Autora del libro El sexo, magia para tu cuerpo
Tf.: +34 639 555 994
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