Estuve la semana pasada en un taller sobre constelaciones organizacionales. En una pausa, me encontré en medio de una estupenda conversación en la que escuché a Saket Bivalkar decir: “Lo mejor para saber qué ocurre en una organización y cómo funciona es dedicarse una semana, al menos (o más, si a uno le dejan), a escucharla“.
Al comentario siguieron distintas reacciones… Desde el asombro a la incredulidad, pasando por mi enorme sonrisa. No podría estar más de acuerdo. Y aunque pueda parecer imposible que un método tan simple a priori consiga darnos tanta información sobre cómo funciona la organización (o más bien las relaciones entre las personas que la conforman), lo cierto es que es una fuente inagotable de conocimiento útil.
Yo suelo decir que “si quieres saber cómo se cuida a las personas de una organización, experimenta siendo su cliente”… Y creo que esta perspectiva también tiene mucho que aportar.
Las organizaciones nos empeñamos muchas veces en realizar grandes programas de transformación y cambio cultural, introducir nuevos procesos, cambiar la forma de liderar, diseñar nuevos valores… y una y otra vez estos grandes programas no consiguen los resultados que perseguíamos. ¿Por qué? En mi opinión, gran parte se debe a haber obviado esa acción tan simple y tan importante, la de escuchar a la organización. Por supuesto que hay muchos más elementos en juego: los cambios impuestos se enfrentan a mayor resistencia, es difícil asumir valores que no son los propios de cada de uno… Pero lo cierto es que la falta de escucha está demasiado extendida en nuestra sociedad.
Imagino que en muchas ocasiones no se deba tanto a no tener la intención de escucha, sino a carecer de la capacidad hacerlo, pero lo cierto es que tenerla y hacerlo acabaría facilitándonos a todos enormemente nuestro día a día. Y como dice Bill Isaacs en su libro Diálogo y el arte de pensar juntos, “cuando intentamos escuchar nos resulta realmente difícil, porque constantemente estamos proyectando nuestras opiniones e ideas, prejuicios, de dónde venimos, nuestras inclinaciones, nuestros impulsos; cuando esto domina, prácticamente no escuchamos nada de lo que se está diciendo. En ese estado no hay valor. Uno escucha y, por lo tanto, aprende, sólo en un estado de atención, en un estado de silencio“.
Un buen consejo para dar el primer paso… acallar en la medida de lo posible nuestro ruido interior, para que nos permita escuchar algo.
Buena semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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