
Desde hace algún tiempo existe preocupación en la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca por los resultados que obtienen sus alumnos en el Examen MIR, lo que ha generado algún debate (reducido para la importancia del problema, todo hay que decirlo), y una búsqueda acelerada de soluciones, cuyo resultado ha sido la propuesta del equipo decanal de establecer un acuerdo con una academia especializada de preparación del Examen MIR.
En mi opinión, lo primero que hay que hacer es un análisis en profundidad del problema. Parece obvio que en la Facultad existen algunas ideas claras y otras que aún no lo están tanto. Trataremos de analizarlas detenidamente en esta tribuna.
Ante todo, conviene recordar que la finalidad de las Facultades de Medicina es formar profesionales cualificados para ejercer la profesión, no alumnos cualificados para obtener buenos resultados en un examen tipo test. Por otra parte, parece obvio que para aprobar un examen tipo test hace falta conocer la materia sobre la que se establecen las preguntas, independientemente del entrenamiento en cómo responderlas al que se someta al alumno (de hecho, las academias de preparación al MIR se basan en un repaso de resúmenes de las materias que han estudiado los alumnos a lo largo de la carrera). Por lo tanto, los resultados de los exámenes MIR dependen fundamentalmente de lo que los alumnos hayan estudiado durante los seis años de la carrera de Medicina.
Fruto del compromiso establecido con la Junta de Castilla y León, hace algunos años se incrementó el número de alumnos de la Facultad de Medicina de Salamanca desde 150 hasta aproximadamente 220 por curso, a cambio de mantener la plantilla de profesorado y recibir mayores recursos. La plantilla está menguando y los recursos nunca han llegado. Hoy se puede decir que la Facultad de Medicina de Salamanca considera unánimemente que, para mantener la calidad de la enseñanza, y de acuerdo con los recursos disponibles, no se deberían admitir (porque no se pueden formar bien) más de 180 alumnos por curso. Por tanto, la primera de las medidas sería negociar con la Junta la reducción del número de alumnos o el aumento de los recursos mientras no se produzca dicha reducción.

La disminución del número de alumnos es una medida que no se puede tomar aisladamente, porque perjudicaría a los alumnos de Castilla y León y, además, tiene algunas connotaciones importantes, ya que no sólo se están creando nuevas facultades de Medicina en Universidades privadas, sino que éstas aumentan su número de alumnos cada curso, sin respetar los límites impuestos tanto por la Conferencia de Decanos como por la Conferencia de Rectores, por lo que se está empezando a generar una bolsa de médicos en paro que nos retrotrae a las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado.
El control estricto del acceso a las facultades de Medicina debería abordarse inmediatamente con una negociación firme de la Conferencia de Rectores y la propia Conferencia de Decanos de Medicina con las administraciones implicadas (Ministerios de Educación, Sanidad y Comunidades Autónomas) y, si es preciso, con medidas de presión de las universidades públicas.
Mientras tanto, la Junta de Castilla y León deberá cumplir su compromiso y aportar los fondos necesarios para poder ofertar una formación de calidad a los alumnos actuales o permitir el descenso del número de alumnos.
El segundo de los puntos importantes es analizar si, dentro de las actuales limitaciones presupuestarias y con los recursos actuales, se ofrece una enseñanza de calidad aceptable o es manifiestamente mejorable. Este debate debería establecerse entre los órganos de gobierno de la Facultad, las distintas comisiones, los departamentos y los propios profesores. Tampoco estaría mal conocer la opinión de los alumnos respecto a la enseñanza que reciben, aunque su opinión casi siempre está mediatizada por el miedo a las represalias y, por lo general, no se atreven a decir en público lo que dicen en privado.
Parece obvio que este debate no debe ser en abstracto, sino que debe hacerse analizando críticamente asignatura por asignatura, con especial atención a la carga docente a la que se somete a los alumnos (la tendencia natural en la mayoría de las asignaturas es a la hipertrofia de contenidos que sólo se memorizan para el examen y al día siguiente se olvidan). Por supuesto que en este análisis tiene mucho que decir la Unidad de Evaluación de la Calidad de la propia Universidad, cuyos resultados deberían hacerse públicos.
Por último, parece obvio, pero hay que resaltarlo suficientemente, que la formación y evaluación de los alumnos, durante todo el periodo que dura su estancia en la Facultad de Medicina, debe realizarse por la propia Facultad y, si es necesario, adoptar medidas adicionales para mejorar, no sólo la calidad de la enseñanza, sino los sistemas de evaluación y el entrenamiento técnico para el examen MIR; debe ser la propia Facultad la que lo realice. Ideas al respecto no faltan.
No parece lógico, por usar una terminología muy al uso en la Administración sanitaria, que se externalicen algunas de esas funciones, aunque sólo sea la capacitación técnica para afrontar exámenes como el MIR, pues esto supondría una dejación de funciones por parte de los profesores de la Facultad.
Por ello, considero que la verdadera solución está en ajustar las enseñanzas a lo fundamental, reduciendo la hipertrofia de contenidos, establecer calendarios continuados de evaluación de todas y cada una de las asignaturas que permitan a los alumnos estudiar a diario para aprender, y no sólo para aprobar cada examen, y adoptar para todas y cada una de las asignaturas métodos de evaluación similares al utilizado en el MIR (incluso cambiando los métodos según cambia el examen MIR). Todas estas medidas son responsabilidad exclusiva de la propia Facultad.
Por no centrar todo en la organización de la enseñanza y en la responsabilidad de los órganos de gobierno y de los profesores, los propios alumnos deberían abandonar la actitud pasiva dominante, analizar seriamente los problemas a los que se enfrentan en su formación y señalarlos en voz alta. En resumen: tener voz propia. Quizás sus reflexiones no sirvan para corregir sus problemas inmediatos, pero servirán para ayudar a mejorar la enseñanza que reciban sus compañeros que vienen detrás. Esta es una actitud propia del espíritu crítico que deberían adquirir durante su paso por la Universidad.
Posiblemente el problema es mucho más amplio que lo expuesto en esta tribuna, que sólo pretende ser una reflexión personal en voz alta, pero cerrar en falso los debates y adoptar medidas ajenas a la propia Facultad no parece ser ni la mejor de las soluciones, ni siquiera un buen punto de partida para el debate. La Facultad no puede hacer dejación de sus responsabilidades en terceros.
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