
de Salamanca (ADSP)
La atención a una enfermedad o a una parte de ella (proceso clínico) se produce siguiendo pautas y caminos que se repiten por considerar que son los más adecuados. Gestionar bien esos procesos, que son innumerables, supone para el médico clínico conocer la mejor ciencia al respecto, acomodarla a los recursos materiales con los que cuenta, aplicarla con realismo y justicia a las personas afectadas. Exige tener una cultura de colaboración incluyente que permita que cada miembro de la comunidad sanitaria que participa aporte su peculiar valor (los distintos estamentos y niveles asistenciales y el propio enfermo). ¡Todo un reto!
Bajo este prisma, el paciente y su problema son el núcleo y, además, este camino conduce al buen uso de los recursos, que no es igual que el ahorro como fin en sí mismo. Se trata de hacer todo lo necesario, pero nada más, y de que cada elemento del sistema cumpla con su cometido en coordinación. Esto que antes se llamaría el buen hacer de cada individuo, puede y debe hacerse de manera generalizada y reproducible para evitar al máximo el arte médico, sustituyéndolo por una forma común y demostrada de afrontar el mismo proceso, para evitar así una variabilidad y, a veces, un gasto no justificados.
Desde la humilde mirada de una médica rural con muchos años de experiencia, entiendo que gestionar procesos clínicos es una forma de trabajar, que es un sumatorio en beneficio del enfermo, del sistema y del profesional. Es, en parte, la asignatura pendiente del sistema sanitario, quizá debido a la ausencia de esa cultura de colaboración incluyente, de coordinación horizontal. Además, carecemos de una herramienta que facilitaría los fines referidos: la historia clínica electrónica única por paciente, que no se ha desarrollado todavía en Castilla y León (evitar sus peligros no está en nuestra mano, así que usemos sus ventajas).
Lo expuesto hasta aquí tiene poco que ver con las llamadas Unidades de Gestión Clínica. Este profundo cambio que se está preparando en el sistema es más de índole político- gerencial-economicista y de control. Introduce competencia desleal, en lugar de colaboración, incentivos perversos y desintegración de la atención al enfermo. En contra de lo que dicen, ponen a los clínicos enteramente a los pies de los caballos, y en el Servicio de salud, los fragmentos generados pueden ser entregados a empresas o entes que, a su vez, pueden abrir puertas giratorias a políticos, aunque la gestión pública puede quedar también trizada en la bisagra.
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