
Si de algo podemos sentirnos orgullosos los españoles es de nuestra generosidad a la hora de donar órganos, lo que nos convierte en flamantes campeones del mundo y líderes indiscutibles del ránking en la materia. Y es una circunstancia que no deja de sorprenderme, teniendo en cuenta que no destacamos especialmente en el compromiso con los demás, ni en otras causas solidarias.
Puede que detrás de este balance, lejos de esconderse un afán altruista, exista uno meramente egoísta, del tipo “¿y si soy yo o uno de los míos quien lo necesita el día de mañana?”, pero bienvenidas sean éstas o cualquier otro tipo de razones que permitan consolidar y hasta aumentar las cifras de donaciones de órganos en nuestro país. Total, es un gesto tan simple como dar lo que ya no necesitamos, pero de tal magnitud que se convierte en la posibilidad de regalar una vida a otro ser humano. ¡Caray! Se dice pronto, ¿eh?, regalar una, dos, tres… tantas vidas como órganos estemos en condiciones de trasplantar.
Lo de las donaciones de sangre ya es otro cantar, nos requiere el esfuerzo de hacernos socios, de acudir periódicamente a alguna parte para la extracción, de perder nuestro valioso tiempo, superar el miedo a las agujas y un sinfín de reparos y excusas. Desgraciadamente, en España tenemos ejemplos recientes de llamamientos urgentes para donaciones masivas ante accidentes o atentandos terroristas. La población siempre responde con creces en estos casos, pero se nos olvida que las emergencias sanitarias existen a diario.
No sé si saben (yo lo desconocía hasta que la Hermandad de Donantes lo mencionó hace unos días) que con una única donación de sangre al año le salvamos la vida a 75 personas al día y colaboramos a que otros 375 enfermos mejoren. No es de extrañar que las hermandades de donantes hayan sabido aplicar como nadie aquello de Si la montaña no va a Mahoma… Recorren universidades, institutos, centros de trabajo, plazas y parques en busca de brazos dispuestos a colaborar. La causa lo merece.
Por eso me parece de lo más deleznable la actitud del Ayuntamiento de Salamanca. No le pedimos a nuestro alcalde o a los concejales que se hagan donantes y den ejemplo, ni siquiera se les critica si no lo son, sólo se les reclama unas míseras plazas de aparcamiento para facilitar la labor a los donantes que acudan al hospital. El espacio ya existe. La institución se lo usurpó para la colonizadora carga y descarga. Es una cuestión de voluntad, de compromiso con la causa. Luego vendrán los elocuentes discursos institucionales y las fotos con palmaditas en la espalda, pero al igual que los donantes, lo que se necesita es un gesto simple y callado de generosidad.
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