Hace ya tiempo leí un libro titulado ‘Construyendo confianza en los negocios, la política, en las relaciones y en la vida’ (Building trust in business, politics, relationships and life), escrito por Robert C. Solomon y Fernando Flores. Seguramente si lo releyera hoy, en el panorama global y local en el que nos encontramos, aprendería todavía más de lo que en su día me aportó, que fue mucho.
Me vino muy bien, y sirvió para corroborar algo que había tenido que poner en práctica, no sin dudar y renegar de camino tan arduo, algunos años antes si pretendía entablar una buena relación, aunque sólo fuera de amistad, con quien hoy es mi esposo.
Fue a él a quien, por vez primera, escuché decir: “It takes trust to build trust”, o “se requiere confiar –en el otro- para construir la confianza”. En mi experiencia, efectivamente funciona así. Y viene perfectamente expresado en el libro cuando nos habla de que “la confianza auténtica no requiere de un acuerdo, sino de compromiso y de ser auténtico”. También nos dice que confiar es una elección, una elección que “cambia a la persona en la que se confía y a la persona que confía” y, por ende, a la relación entre ambos.
No es una elección a ciegas o sin reflexión, es una decisión consciente en la que se conoce –o al menos se han tenido en cuenta- el riesgo y la vulnerabilidad, así como el futuro incierto que se abre una vez que se decide confiar. Es, en mi opinión, lo más parecido a “decidir conscientemente no ejercer el control” habiendo sopesado la posibilidad de acabar en un escenario no deseado, a pesar de lo cual uno decide que vale más la pena arriesgarse que continuar intentando manejar las riendas –de la relación que sea- a toda costa; sintiendo que merece la pena apostar por la relación que se comienza.
Con independencia de las afinidades políticas de cada uno, en el debate tan animado que nos ofrecen los medios sobre la gobernabilidad (o ingobernabilidad hasta la fecha) del país, lo que se percibe -por encima de todo y traspasando las grandilocuentes palabras de “estamos abiertos al diálogo, hablaremos con todos, hemos de escuchar todas las posiciones”, y otras muchas parecidas- es una falta de confianza total hacia el otro, hacia aquel con el que hipotéticamente se pudiera entrar en conversación para llegar a algún tipo de acuerdo o pacto. De hecho, para el ciudadano de a pie, que sigue las noticias que se suceden día tras día, creo yo que ya con perplejidad, ni siquiera da la sensación de que comience conversación alguna.
Lo anterior viene, además, acompañado de lanzamiento de órdagos constantes, resultado directo de la desconfianza que se profesan entre los grupos y de, da la sensación, de una necesidad desaforada de querer conseguir –o mantener– el control. Yo me pregunto: Y esta necesidad de control, ¿para qué? ¿Se requiere de tantísimo control para ponerse de acuerdo en gobernar un país?
¿No será que el control que necesito es para conseguir salirme con la mía?, ¿para que las opciones que yo propongo -y de la forma en que yo quiero– sean las que salgan adelante? ¿No será que, a pesar de que ninguno hemos sido elegido para gobernar, queremos asegurarnos de que tendremos primacía en el pacto que consigamos formar?
Y concluyo que va a ser eso, y no saben la pena que me da. Porque si cualquier grupo pretende hacer pactos poniendo sobre la mesa peticiones antes que conversación y antes de disponerse a escuchar, será difícil. Y si además dice explícitamente no fiarse de aquel con el que quiere pactar, todavía se hará más cuesta arriba (contribuyendo también a que todos empecemos a pensar por qué alguien querría juntarse con aquellos de los que no se fía).
La confianza sólo se cultiva a través de la relación, a la que se cuida para que crezca. Desde ese espacio podremos ir hacia adelante. Desde el otro, estaremos poniéndonos palos en las ruedas durante todo el camino.
Les invito a pensar en esto cuando pongan en marcha iniciativas o realicen peticiones a aquellos de los que no se fían. Sepan que la sensación les alcanza más rápido que el sonido de sus voces.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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