Ante la situación crítica y excepcional que estamos viviendo con la pandemia del coronavirus, brotan todo tipo de ideas que a priori pueden resultar peregrinas pero que, ironías aparte, cobran y tienen todo su sentido.
Circulan estos días por las redes sociales expresiones anónimas como: “Si nos dejan a los veterinarios, vacunamos a la población española en 1 mes”. O esta otra que dice: “O sea que los inútiles de los veterinarios somos capaces de enviar y recibir dosis de semen congeladas, diluyentes en hielo seco, embriones, etc. y ahora resulta que enviar unas vacunas en una caja con hielo seco es un hecho logístico sin precedentes? Este país es así”.
“Estamos perdiendo el tiempo y la batalla”, así comienza otra carta a los Reyes [Magos] de un compañero veterinario, Manuel Fiz Benito, que hace una “solicitud, petición, demanda, rogatoria, o como lo queramos llamar” a la sociedad en general y a los políticos en particular con un objetivo: “no más de 48 horas de la llegada de la vacuna [del coronavirus] hasta que esté aplicada”. Objetivo que creo que compartimos todos. Como también deberíamos convenir, según reflexiona el compañero en el propio escrito, que “estamos en guerra y hay que actuar de forma excepcional. No puede ser, que nosotros mismos nos pongamos trabas a la realización del test y a la aplicación de vacunas. ¿Ante un soldado desangrándose, esperamos a que venga un enfermero titulado y un cirujano o dejamos al auxiliar de enfermería, al farmacéutico, al veterinario o cualquiera que se atreva a que intenten salvarlo?
Pues esta, señores, es la situación en la que nos encontramos, en guerra contra el SARS CoV-2! Y en esta guerra, no valen los miramientos ni las contemplaciones.
Con cerca de dos millones de casos confirmados y más de cincuenta y un mil fallecidos por Covid-19, no se puede comprender el plan estratégico de vacunación de España que permite, según los datos del propio Ministerio de Sanidad, a fecha 05/01/21, que de 743.925 dosis entregadas a las Comunidades Autónomas, solo se hayan administrado 139.339, lo que supone un 18,7 % de las dosis disponibles. Cierto que con grandes diferencias entre CC.AA., entre las que destacan Madrid y Cantabria, con solo el 5% de las dosis administradas.
Sin entrar a valorar el contenido, ni la priorización del documento sobre la Estrategia de vacunación frente a COVID-19 en España, el tipo de vacunas disponibles, el número de dosis necesarias, su seguridad o su eficacia, lo que si resulta llamativo es que según consta en el informe State of the World elaborado por la consultora Boston Consulting Group (BCG), España ha sido el último gran país en preparar la campaña de vacunación contra la Covid-19. Y esto no puede seguir siendo así. Cada día que ha pasado desde el 14 de marzo, en que fue declarada la pandemia, han fallecido una media de 180 personas, cifra inasumible en un estado moderno.
Por eso comparto con los compañeros que debe priorizarse la aplicación de la vacuna frente a Covid-19 y decretarse la urgencia en la utilización de todos los recursos y medios disponibles para su aplicación. Ahora es cuando más visible se está haciendo que no se ha contado con todos los sanitarios desde el principio de la pandemia, algo que venimos denunciando toda la comunidad veterinaria desde mucho antes de que apareciera, pidiendo reiteradamente la aplicación de la estrategia One Health. Y también ahora se hace más patente que nunca la necesidad de que todos los veterinarios oficiales se integren en el Sistema Nacional de Salud y de que todos los lugares de trabajo de los veterinarios sean considerados centros sanitarios.
Si ello fuera así, en estos momentos de urgencia y excepcionalidad dispondríamos de un “ejercito” de sanitarios dentro del propio Sistema de Salud que podría estar participando en la logística y, si fuera necesario en la aplicación de la vacuna de forma inmediata para salvar cientos de vidas diarias.
Y a pesar de ello, desde la profesión veterinaria nos ofrecemos, con la preparación y voluntariedad que ello requiere, para participar en el proceso de vacunación frente al coronavirus. Para ello solo sería necesario que la autoridad sanitaria decretara la excepcionalidad, teniendo en cuenta que en los art. 6, 7 y 9.3 de la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias se determina que cuando una actuación sanitaria se realice por un equipo de profesionales, se articulará de forma jerarquizada o colegiada, en su caso, atendiendo a los criterios de conocimientos y competencia, y en su caso al de titulación, de los profesionales que integran el equipo, en función de la actividad concreta a desarrollar, de la confianza y conocimiento recíproco de las capacidades de sus miembros, y de los principios de accesibilidad y continuidad asistencial de las personas atendidas. Y es en esta misma ley 44/2003, de 21 de noviembre, en la que se definen los profesionales sanitarios genuinos: médicos, farmacéuticos, dentistas, veterinarios, enfermeros, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, podólogos, ópticos-optometristas, logopedas, dentistas-nutricionistas y todos aquellos que se encuentren en posesión de un título oficial de especialista en Ciencias de la Salud.
A todos ellos se les exige la prestación personal directa que sea necesaria en las diferentes fases del proceso de atención integral de salud y, en su caso, la dirección y evaluación del desarrollo global de dicho proceso, sin menoscabo de la competencia, responsabilidad y autonomía propias de los distintos profesionales que intervienen en el mismo.
Conscientes de que el R.D. Legislativo 1/2015, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios deja claro que en condiciones normales la prescripción de un medicamento humano corresponde al médico, la dispensación al farmacéutico y la aplicación al enfermero, y que se deben administrar en centros autorizados, la situación de urgencia y excepcionalidad en la que nos ha situado la pandemia nos obliga a combatirla con todos los medios y recursos, también los humanos, de los que dispongamos. Sin perjuicio de la competencia primordial de cada profesión, y que la diferencia de las restantes, en estos momentos es fundamental evitar monopolios competenciales y conseguir una inmunidad de rebaño que permita romper la cadena de transmisión y los efectos devastadores que el virus está causando sanitaria, económica y socialmente.
Ninguna profesión sanitaria tiene tanta experiencia en vacunación como la veterinaria, acostumbrada a poner millones de vacunas anuales a los animales, cuya anatomía y fisiología, es tan similar a la humana que constantemente se utiliza la investigación en modelos animales para el estudio, evaluación y aplicación de los medicamentos y productos sanitarios de las personas.
Sin pretender invadir ninguna competencia profesional, sino salir lo antes posible de esta caótica situación, propongo la creación de equipos específicos multidisciplinares de vacunación Covid-19 que trabajen mañana, tarde y noche, la habilitación especial y excepcional de todos los sanitarios disponibles para la aplicación de la vacuna, y su incorporación a estos equipos, y la dotación y autorización de centros sanitarios especiales donde llevar a cabo una vacunación masiva de toda la población sensible, en el menor tiempo posible. Con un Sistema de Salud agotado por los indicadores de la Covid disparados y agotado por las patologías concomitantes, no seríamos el primer país en adoptar estas medidas y si el primero en alcanzar un nivel de inmunidad suficiente para regresar al futuro de la normalidad.
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