Manos amigas para nuestros mayores

Cuando se tiene cierta edad, cada quien lleva una contabilidad muy personal de pérdidas y ganancias en el campo afectivo, físico, cognitivo, emocional, laboral, social, económico, psicológico y la certeza de que el trecho por vivir se va acortando, ya no queda tanto tiempo para conjugar verbos en futuro. La familia será el principal soporte en la etapa de mayores. Los más afortunados se apoyarán en ella al pisar los años dorados, pero otros quizás no tengan la misma suerte y deban acudir a instituciones especializadas en busca de ayuda.

A día de hoy, este panorama se ha hecho infinitamente más complejo y nuestros mayores, además de enfrentar las dificultades aparejadas a la edad, temen a un enemigo invisible: la covid-19. Sabemos que, cómo medida profiláctica, deben alejarse de los suyos, aislarse voluntariamente y aguardar a que amaine este terremoto de salud pública que pasa, poco a poco, factura emocional a todos en general. Además, no es fácil acostumbrarse a lo que se llama la “nueva normalidad”: distancias de seguridad, vacunas, lapsos, protocolos, cero contacto físico con los otros; es que la pandemia sigue amenazando y ellos son muy vulnerables.

Por ahora no podemos estar tan juntos, pero ello sirve de estímulo a los voluntarios que trabajamos en Cáritas para encontrar maneras alternativas de vínculo con nuestros mayores. El voluntariado está comprometido con la comunidad y con este grupo etario en los barrios salmantinos. Ciertamente, nuestra institución está sometida a grandes desafíos, pero en el seno de ésta no bajamos la guardia, buscamos respuestas a una pregunta clave: ¿cómo ayudar? ¿qué hacer para aportar calidad de vida a las personas de la tercera edad?

Es verdad que hemos cambiado las formas de acompañamiento y las actividades grupales para romper la rutina, combatir el aislamiento, la apatía y evitar la soledad social. El voluntariado ha dado un giro para estar acorde con las circunstancias, echando mano a otras estrategias. La comunicación ha sido un gran recurso en nuestras actividades actuales. Si bien es cierto que realizamos algunos encuentros al aire libre, ahora interactuamos mucho telefónicamente para saber cómo va la vida y qué cosas podemos hacer para facilitar la cotidianidad de los mayores y, de cuando en cuando, espantar las tristezas. A veces son simples recados, diligencias institucionales, la visita a la farmacia o al mercado… Para nosotros está claro que estas acciones valen mucho para quienes son vulnerables y frágiles.

Desconocemos cuándo podremos quedar para un café, al estilo de antes, como recordaba una voluntaria de la parroquia Cristo Rey, en Salamanca: “Tomábamos café, se daban talleres de memoria, manualidades, charlas, se ponían películas, se hacía un poquito de gimnasia. Todas pasábamos una tarde estupenda y deseando que llegara otro martes…”. Y mientras esperamos ese anhelado día, en Cáritas seguiremos ayudando, tendremos las puertas abiertas para dar y recibir el gesto de manos amigas que siempre viene bien y haremos nuestro mejor esfuerzo a través del proyecto Envejecemos en Común.

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