Hay momentos, personas, objetos que nos cambian, que nos ayudan a mirar de otro modo, a abrir (y cerrar) posibilidades, a hacernos preguntas, a cuestionarnos lo que pensamos, a hurgar en la validez de los cimientos sobre los que construimos nuestra visión del mundo. La visión desde la que “percibimos, pensamos, valoramos y actuamos día a día” (Leadership for Sustainability).
En este mismo libro citan a Harman (1988:10), que nos dice:
“Toda sociedad conocida descansa en una serie de supuestos básicos tácitos sobre quiénes somos, en qué tipo de universo vivimos y qué, en última instancia, es importante para nosotros. Este conjunto de supuestos forman la base de las instituciones y también de los patrones de pensamiento y sistemas de valores que caracterizan nuestra sociedad. No suelen expresarse ni enseñarse, porque no es necesario –cada persona que nace dentro de la sociedad las absorbe como por ósmosis-“.
He tenido el privilegio de verme en un buen número de situaciones y encontrarme con muchas personas y objetos, muchos de ellos naturales, que me han obligado a detenerme, a investigar, a curiosear y a replantearme mucho. Aunque en el momento no pude verlo, hoy les estoy muy agradecida. Especialmente a las que he sentido más difíciles, las que verdaderamente se me han hecho cuesta arriba, y a todas las que continúan llevándome por esos caminos a los que no tenía la más mínima intención de acercarme, pues, como muchas veces digo, “no se me ha perdido nada por allí”.
Uno de esos objetos fue un libro que llegó a mis manos como regalo de Navidades. Cuando lo desenvolví, no daba crédito. Un libro cuyo diseño sentí como una bofetada, no por feo, sino porque ya en la portada sentí que me anunciaba una retirada del suelo bajo mis pies. Recuerdo un tremendo enfado. ¡Cómo podía haberse atrevido a elegir ese libro como regalo de Navidades! ¡Qué tipo de broma era aquella! ¡En qué estaba pensando al elegirlo!
Han pasado algo más de dos años, creo, desde entonces. Hoy sé cuánto tengo que agradecerle a este libro y también a Stefan, que me lo regaló. Fue difícil leerlo pero, desde entonces, mucho de lo que allí aprendí me acompaña. Todavía me cuesta acercarme a él (el diseñador gráfico hizo muy bien su trabajo) y, sin embargo, fue crucial para avanzar en el camino de pensar por mí misma. Conocer distintas percepciones a las que yo tenía entonces sobre determinados temas me obligó a reflexionar, a investigar, a tratar de entender los porqués, a profundizar, a cuestionar los supuestos, a comprender, en la medida de lo posible, a quién sirve determinada forma de ver las cosas.
Esta mañana, mirando hacia atrás, sentía verdadera gratitud por todo lo que me había permitido aprender, y me preguntaba cómo podía mi primera reacción haber sido tan torpe y de miras tan cortas. Aprendí, por ejemplo, como dice Donella Meadows, lo “fundamental e importante que es aportar información allí donde hoy no llega” o, como cree Simon Hick’s, “la necesidad de intentar crear y sostener nuevos espacios donde sea posible que ocurran distintos tipos de interacción, incluyendo el alentar la colaboración entre personajes reticentes a la colaboración -o al otro-“. Y también la importancia de “intentar crear condiciones de diálogo entre diferentes perspectivas, niveles de poder”, como hace Nick Pyatt (todos ellos citados en Leadership for Sustainability).
Y lo cierto es que cuando más viva me siento, cuando más feliz, cuando soy consciente de que merece la pena en lo que estoy inmersa, cuando lo paso fenomenal, la energía se me desborda y el tiempo desaparece… es, además de disfrutando con los míos, contribuyendo, desde mi pequeña capacidad, a iniciativas similares a -o en la línea de- las referidas más arriba.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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