En estos días asistimos al intento de casi todos los partidos para alcanzar pactos de investidura de un nuevo presidente y un nuevo Gobierno. El Estado del Bienestar debería ser uno de los puntos básicos a tratar, pero es posible que el tema sanitario ocupe pocas líneas en los posibles acuerdos, y ello, a pesar de ser uno de los pilares del bienestar de la sociedad.
Cuando un nuevo Gobierno esté en activo, volveremos a escuchar una vez más como objetivos prioritarios disminuir las listas de espera, mejorar los indicadores de calidad, mejorar la relación coste/eficiencia, etc., etc., etc… La realidad será, posiblemente, la misma que hasta ahora; casi todo el esfuerzo recaerá en más presión sobre los profesionales y, tal vez, nuevas o más sofisticadas formas de recortes.
Solo unos indicadores seguirán mejorando, el número y calidad de los trasplantes. ¿Saben por qué? Porque hace muchos años descubrieron que era el método de propaganda más efectivo para demostrar lo bien que lo hace el Gobierno de turno, el mejor cartel electoral sanitario para cualquier Gobierno. ¿Y cómo lo hacen? Presupuestando este concepto en capítulo independiente, muy por encima del resto de las actividades y excluyéndolo de cualquier política de recortes.
No discuto que tenemos la mejor política de trasplantes del mundo, pero la conclusión es clara: con más dinero, las cosas funcionan mejor, incluso funcionan óptimamente.
Déjense de marear la perdiz o buscar soluciones enrevesadas; acuerden aumentar el presupuesto sanitario y mejorarán los resultados.
Y tienen margen para ello, veamos: según Hacienda, los recortes sanitarios han supuesto 10.000 millones de euros menos en gasto sanitario público en cinco años. En 2009 se invertía en Sanidad el 7,2% del PIB (77.000 millones de euros) y tres años después, en 2012, el gasto público sanitario era del 6,67%. Desde entonces, la caída es aún mayor, al 6,25% del PIB (65.000 millones de euros de gasto anuales), 12.000 millones menos que cuatro años antes, y agravado por el incremento y envejecimiento de la población, asociado, como es lógico, al aumento de las prestaciones.
Solo en el año 2013 Rajoy y sus adláteres disminuyeron el gasto público sanitario en 4.831 millones de euros (3,8%). Como puede verse, el argumento de que el coste sanitario no tiene fin y crece indefinidamente es una clara mentira; hay margen de mejora presupuestaria y, como mínimo, reinvertir todo lo recortado.
No se dejen llevar tampoco por el engaño de las autoridades europeas (con Angela Merkel a la cabeza) de que los recortes en España están justificados. Veámoslo de otra manera: estamos en el puesto 21 sobre 34 de la OCDE, y según esta misma, seguiremos a la cola hasta el 2030. Empeoramos este año del puesto 28 al 35 a nivel mundial, y en inversión sanitaria estamos en el puesto 59. En 2015 nos imponen recortes que suponen que al final gastemos en Sanidad el 13,95% del gasto público, frente al 15,73% el año anterior.
Señores candidatos, déjense de demagogias, programas y proyectos e inviertan más en Sanidad si quieren mejorar o al menos conservar lo que tenemos; aún, y tal vez por poco tiempo, una de las pocas diferencias que separan positivamente nuestro país de la mayoría de los de nuestro entorno, una Sanidad pública, universal y de aceptable calidad a relativo bajo coste.
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