Desde hace muchos meses me rondaba la idea de escribir sobre el ébola. Fue a principios de año cuando me temblaron las piernas al conocer la existencia en África de los primeros casos de infectados por el letal virus. “Bueno mujer, es que eres más exagerada…”. Lo sé, lo admito, padezco de hipocondría en algún grado sin diagnosticar, pero coincidirán conmigo en que la famosa aldea global en la que vivimos es más que caldo de cultivo para la propagación de todo tipo de enfermedades, a las que me parece imposible y hasta una insensatez el ponerles barreras.
Pasó el tiempo, y aunque el brote se colaba tímidamente en las noticias de salud o sociedad como una rareza de aquellos territorios tan lejanos y tan ajenos a nosotros, llegó el tedioso y árido verano. Medio mundo de vacaciones, viviendo sin preocupaciones y a lo loco, y el ébola se convierte en el tema estrella, gracias a la repatriación de afectados extraafricanos a Estados Unidos y España para tratar de curarlos in extremis. Y fue entonces cuando decidí retomar el artículo. Lo escribí en varias ocasiones, pero de inmediato lo tuve que descartar, a tenor de cómo se precipitan los acontecimientos.
Critiqué a la ministra de Sanidad por su silencio vacacional, sólo interrumpido para la foto del funeral del padre Pajares. Sembré cizaña por el desinterés y la despreocupación de las autoridades internacionales para dotar de medios a la población y frenar los contagios a tiempo. Analicé los pros y los contras del traslado del sacerdote, ahondé en el tema de los gastos… Pero en mi último intento ante el folio en blanco, me di cuenta de que existe un asunto que permanece invariable a la vorágine de la actualidad: la soledad de los países africanos, abandonados a su mala suerte para hacer frente a esta epidemia que ha necesitado de mil muertes y tres cooperantes internacionales infectados y repatriados para que la OMS decrete una emergencia internacional.
A excepción de Canadá, que ha anunciado el envío de vacunas experimentales, el resto del mundo civilizado sigue dando la espalda a los africanos. La Organización Mundial de la Salud calcula que a estas alturas de propagación se necesitan 100 ridículos millones de dólares para contener la enfermedad, cuyo principal antídoto es la rapidez de actuación en la detección de casos infectados para aislarlos.
Acuérdense de estas líneas el día que aparezca el primer caso de un infectado por ébola en nuestro fantástico mundo de color rosa y comparen los protocolos de actuación y las medidas con las puestas en marcha en los países africanos, condenados de por vida a una negra esperanza.
Recordamos que SALUD A DIARIO es un medio de comunicación que difunde información de carácter general relacionada con distintos ámbitos sociosanitarios, por lo que NO RESPONDEMOS a consultas concretas sobre casos médicos o asistenciales particulares. Las noticias que publicamos no sustituyen a la información, el diagnóstico y/o tratamiento o a las recomendaciones QUE DEBE FACILITAR UN PROFESIONAL SANITARIO ante una situación asistencial determinada.
SALUD A DIARIO se reserva el derecho de no publicar o de suprimir todos aquellos comentarios contrarios a las leyes españolas o que resulten injuriantes, así como los que vulneren el respeto a la dignidad de la persona o sean discriminatorios. No se publicarán datos de contacto privados ni serán aprobados comentarios que contengan 'spam', mensajes publicitarios o enlaces incluidos por el autor con intención comercial.
En cualquier caso, SALUD A DIARIO no se hace responsable de las opiniones vertidas por los usuarios a través de los canales de participación establecidos, y se reserva el derecho de eliminar sin previo aviso cualquier contenido generado en los espacios de participación que considere fuera de tema o inapropiados para su publicación.
* Campos obligatorios