Sin embargo esa progresión se ha visto truncada en los últimos años por distintos avatares entre los que ha tenido mucho impacto la crisis económica, la politización de la gestión sanitaria y la cada vez menor participación de los profesionales en las decisiones sanitarias. La inversión presupuestaria en atención primaria ha sufrido más recortes que la hospitalaria, pero la inversión no sólo debe ser económica, también debe ser estratégica y, lo más importante del sistema sanitario, es la adecuada inversión en la selección, la formación y el cuidado de sus profesionales. Los profesionales somos las personas que ponemos cada día la cara del sistema sanitario ante los ciudadanos, los que ponemos la calidad científica y técnica que se nos requiere y los que ponemos humanidad a esas intervenciones que cotidianamente requieren las personas a nuestro cargo, para aliviarles el sufrimiento y para intentar mejorar su salud. Lo saben bien las empresas más punteras, ¿quién no quiere tener entre su personal a los mejores?
Nuestra sociedad científica siempre ha sido muy crítica respecto a la política de recursos humanos de la Junta de Castilla y León para la selección de médicos de Familia, porque ha demostrado que no pretende seleccionar a los mejores cuando reiteradamente convoca oposiciones o bolsas de empleo, donde no se valora la formación vía MIR en Medicina de Familia, ni la investigación, ni la docencia. No han servido para nada todas nuestras recomendaciones, reuniones, quejas y denuncias para mejorar, como ya ha ocurrido en la gran mayoría de Comunidades Autónomas.
Concurso de traslados de Enfermería
Una muestra más de esta errónea política de recursos humanos ha sido el reciente concurso de traslados de enfermería, en el que se ha producido un desplazamiento de enfermeras desde los hospitales a los centros de salud. En este proceso, enfermeras que llevan años desempeñando un excelente trabajo en los hospitales, cansadas de un mal ambiente, de hacer turnos o noches que a determinadas edades son difícilmente soportables, han optado por la única alternativa que les ofrece el sistema, concursando para acceder a plazas de equipos de atención primaria. En estos centros de salud van a tener que realizar funciones, en la mayoría de los casos muy diferentes a las que venían haciendo en el hospital, sin que se les haya proporcionado una adecuada formación.
Se ignora que el trabajo de enfermería en atención primaria actualmente se considera una especialidad denominada Enfermería Familiar y Comunitaria que tiene una formación especializada –EIR- de tres años. Con buena disposición y tiempo, en algunos casos mucho tiempo, suponemos que podrán lograr la capacitación adecuada para seguir dando los cuidados que necesitan los ciudadanos. Mientras tanto, algunos se verán privados de ellos.
Además, se ha desplazado a enfermeras que llevaban, en algunos casos, más de 20 años realizando un trabajo de forma excelente, enfermeras de Familia con formación y experiencia a las que también esta Administración se permite despilfarrar relegándolas a destinos donde esa capacitación no sirve ni a ellas, ni al sistema, ni a la población. Todo ello está causado una grave disfunción en los centros de salud (y suponemos que en los hospitales), con el agravante de que se ha producido durante la campaña de la vacunación de la gripe, sin que, una vez más haya consecuencias políticas entre los “responsables” políticos de la fechoría. Esta situación se podría haber evitado con planificación, escuchando a los profesionales o simplemente con sentido común.
Se podría…
Se podrían haber ofrecido alternativas para que los profesionales del entorno hospitalario se mantuviesen satisfechos en los puestos para los que ya estaban capacitados; se podría haber mantenido a los profesionales ya capacitados que trabajaban en atención primaria en puestos donde pudieran seguir desarrollando esa labor; se podría haber cuidado el mantenimiento de las funciones esenciales en los centros de salud; se podría haber realizado una selección de los profesionales que demostraran la suficiente capacitación para el puesto que van a ocupar; se podría haber planificado una formación adecuada a las funciones a desarrollar, se podría haber realizado escalonadamente, se podría haber realizado en otra época del año sin tanta carga asistencial, en fin, que difícilmente se podía haber hecho peor.
Cuesta saber si esto se hace así por voluntad, ignorancia o incompetencia, ninguna de ellas perdonable. Es un nuevo ataque a los profesionales y una muestra más de desprecio a la Atención Primaria. Los médicos de familia seguiremos intentando no desilusionarnos y seguir ofreciendo a las personas a nuestro cargo los mejores cuidados de salud, pero como pueden ver, nos lo ponen difícil.
* Sociedad Castellana y Leonesa de Medicina de Familia y Comunitaria (SocalemFYC)
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