Lloran cuando tienen hambre, ríen cuando algo les hace gracia… Así somos nosotros, grandes comunicadores desde el principio. Más tarde, cuando llega el momento de responder un examen, de presentar una reunión o de dar una conferencia, puede que el miedo escénico se apodere de nosotros, pero… ¡Necesitamos comunicarnos! Esto es lo que no debemos olvidar.
1. Dominar el tema del discurso. Si te quedas en blanco, provocarás desinterés en tu público y comenzarás a divagar. ¡Es muy importante ensayar! Pídele a alguna persona que te escuche, utiliza muñecos, un espejo… Observa tu imagen proyectada para corregir los errores posturales. ¿Cómo caminan las personas seguras de sí mismas? Obsérvalas. Verás que las personas extrovertidas caminan erguidas, sacan el pecho y su paso es firme. En cambio, las personas introvertidas hunden los hombros, esquivan la mirada o miran hacia abajo y su paso es sigiloso.
Entrénate. Eleva tu mirada, saca pecho (con naturalidad) y muévete con firmeza (no con rigidez). Observarás que aumenta tu autoconfianza. Cualidades que te permitirán controlar la situación y mantener la atención de tus oyentes (podrás observarlo). Si, además, tu exposición se asemeja a un cuento, con inicio, nudo y desenlace, cautivarás a tu público. Recuerda; es tu historia y, como cualquier historia, debe organizarse para que tus interlocutores la comprendan.
2. Aprende alguna técnica de relajación. Tanto la relajación como el control de la respiración, técnicas habituales utilizadas por psicólogos y otros profesionales de la salud, te ayudarán a regular tus emociones, por ejemplo, la ansiedad.
3. La actitud y el tono. Muestra una actitud sincera y natural; ganarás credibilidad. Si te equivocas, admite tu vulnerabilidad y continúa. El exceso de control aumentará tu estado de ansiedad, por lo tanto, huye de él. Durante los primeros minutos puedes dirigir tu mirada justo por encima de las cabezas de los oyentes. Se trata de una medida de autoprotección que te servirá para aumentar tu confianza. Es importante que mantengas el contacto ocular con tu público. Reparte tu mirada entre todos los oyentes. Si puedes, dirígela al menos una vez a cada uno de los asistentes (siempre que el grupo no sea excesivamente numeroso). Ten en cuenta que la mirada sostenida sobre una única persona puede generar tensión.
En tu oratoria, modula tu voz. Enfatiza los puntos clave utilizando la velocidad, la vocalización y el volumen. Recuerda que el objetivo es que tu público te escuche, no que se duerma. Transmite emoción a través de tus palabras, que no suenen planas. Además, las recordarán mejor. ¿Verdad que podrías decirme que estabas haciendo el día que te sentiste muy muy feliz o con mucho miedo? La carga emocional es importante; no la descuides. ¡Utiliza tu sentido del humor! (sin abusar). Puede que pienses que así perderás poder, pero ganarás conexión y te ayudará a empatizar con tu público.
4. El lenguaje no verbal. Cómo transmitir tu mensaje. No cruces los brazos. Si cruzas tus brazos y encorvas tus hombros transmitirás miedo y poca convicción en tus palabras. Es preferible que sitúes tus brazos a la altura de la cintura, así ganarás credibilidad. También es importante el control de tus manos. No las pongas en la boca o las guardes en los bolsillos. Tampoco las sitúes detrás de tu espalda.
Si tienes un podio, no te sitúes detrás de él, piensa que será un obstáculo entre tus oyentes y tú. Parecerá que te escondes detrás por… ¿miedo? (lo mismo sucede con los bolígrafos). ¡Muévete! Si no te mueves, tu público se aburrirá. Hacerlo en exceso también es contraproducente. Acércate tus oyentes, sobre todo cuando quieras captar su atención.
5. Utiliza medios de soporte. Tu público no ha venido a leer la pantalla, ni al cine. Ha venido a escucharte a ti, y espera que se lo cuentes tú.
Tu público te espera. ¿Podrás, siguiendo estos consejos, vencer el miedo a hablar en público? Si lo intentas, estarás más cerca de lograrlo.
* Isabel Alarcón Domingo es psicóloga y miembro de Saluspot
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