Reflexión corta la de hoy, y no por ello con menos capacidad de profundizar. Nos despertamos el lunes con el escándalo de los ‘papeles de Panamá’. Francamente, en los niveles de falta de ética a los que nos hemos ido acostumbrado, es muy posible que esto ya nos llame muy poquito la atención.
Nos hemos habituado progresivamente a estirar los límites poco a poco, hasta creernos que el límite mil veces estirado era el original. La desfachatez no se ha incrementado en giro brusco de 180º… El proceso ha sido lento, de modo que comportamientos claramente delictivos es posible que no nos lo parezcan hasta que aparecen en las noticias catalogados como escándalos y apoyados por una buena investigación.
Aunque importante, no es esto lo que más me llamó la atención el lunes. Esa mañana, escuchando la radio, entrevistaban a uno de los periodistas del consorcio internacional que ha investigado y puesto a disposición de la opinión pública la información que hemos conocido. Relataba cómo había sido el proceso y cómo, entre muchos, decidieron colaborar en analizar miles de datos para que determinadas conductas vieran la luz.
Fue un grandísimo trabajo de colaboración. Eso sí que captó mi atención. ¿Por qué? Porque se trataba de colaborar, no necesariamente para obtener una ganancia propia (aunque no me engaño, seguro que también se reflejará en mayores audiencias o incremento temporal de ventas), sino por el argumento que compartió el periodista. Consideraban que era necesario que dicha información estuviera disponible para todos. Debíamos saber, y después de saber, extraer nuestras propias conclusiones. Colaborar para servir a una sociedad (y quién sabe si alguno también pensó en colaborar para despertar a una sociedad de su letargo).
Y me llamó la atención, pues en los boletines también se hablaba de la crisis de los refugiados. Un estupendo ejemplo de falta de colaboración a muchos niveles y por muchas razones; algunas movidas por buenas intenciones, sin duda, pero falta de colaboración, a pesar de todo.
Así que me pregunto qué es lo que nos mueve a colaborar con el otro bien distinto a mí, que piensa diferente, con el que quizá no comparto ni cultura ni ideales, ni forma de pensar. Qué son esos elementos tan importantes, con la capacidad de transcendernos a los dos, y que, reconociendo superior a nuestros deseos y necesidades, nos abre el camino de la colaboración.
Cada expedición que nuestra especie realiza al espacio, con los múltiples conocimientos que nos brinda, es también resultado de una colaboración a través de las fronteras. ¿Por qué ellos sí pueden hablar y llegar a acuerdos y otros muchos y muy importantes continúan siendo principiantes en la materia?
Y me lo pregunto porque tenemos delante de nosotros enormes retos. Como dice Jeremy Rifkin, “no hay plan B”, no tenemos otro planeta al que ir (al menos de momento), existen muchas cosas hoy en día que aborrecemos y de las que en un mundo tan globalizado parece difícil que podamos escapar, no parece que tengamos posibilidades de recluirnos en una burbujita individual o familiar segura y confortable (aunque seguro nos encantaría); la población mundial continúa aumentando y los que hoy estamos aquí, con grandísimas desigualdades, consumimos los recursos de un planeta y medio…
¿Qué es eso que nos hará ponernos, a ser posible más pronto que tarde, al servicio de todos?, me pregunto.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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