Recuerdo los años 80, cuando empezábamos a trabajar. Años antes se había celebrado la Declaración de Alma Ata con el objetivo Salud para todos en el año 2000. En 1984 vio la luz el RD de Estructuras Básicas; poco después, la Ley de Sanidad; la construcción de los centros de salud; la dotación de esos centros, en la que colaboramos activamente, el diagnostico de salud de la zona básica de salud que elaboramos, los primeros programas de salud…
… la aparición de la cartera de servicios, una herramienta útil -me atrevería a decir imprescindible-; la evaluación de la cartera de servicios; los programas de calidad; la instauración de las interconsultas con los especialistas; la formación continuada. Todo hecho con mucha ilusión. Años en los que se trabajó mucho y bien. Se trabajaba y se veían los resultados, aquello mejoraba.
Nada que ver con lo que existía cuando empezamos. Buscábamos el desarrollo de la Atención Primaria integral e integrada. El centro de salud abierto a la población. La educación para la salud. Las charlas de educación sanitaria a la población. La Atención Primaria como base del Sistema Nacional de Salud y puerta de entrada a la Sanidad pública. Con todo ello contribuíamos a que, por fin, el Estado de Bienestar fuera una realidad.
Luego aparecieron el Informe Abril, la autogestión, el control del gasto, el enfermo deja de ser paciente para convertirse en usuario o cliente, las largas listas de espera, las exterrnalizaciones, las privatizaciones encubiertas, la crisis económica y, con ella, el real decreto ley de abril de 2012, que nos trajo el cambio de modelo sanitario, aunque no nos hayamos enterado, vinculando nuevamente el derecho a la atención sanitaria a la condición de asegurado, el copago…
Y todo ello, unido a la perdida de ilusión, a la pérdida del Estado de Bienestar que pensábamos que había llegado para quedarse, a la burocratización de la Atención Primaria, a olvidarnos de la calidad de la atención, porque ahora lo verdaderamente importante es el ahorro a ultranza.
Y pienso en los médicos que acaban la especialidad de Medicina de Familia y se incorporan a los centros de salud. ¿Quién alimentará su ilusión por trabajar en Atención Primaria? ¿Qué legado les dejamos?
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