La televisión es responsable de muchos de nuestros males, pero culparla en exclusiva de los malos hábitos en la higiene del sueño de la sociedad española es excesivo e injusto. La ministrísima de Sanidad, Ana Mato, acapara estos días protagonismo mediático a raíz de una solicitud a las televisiones para que adelanten los programas de máxima audiencia y evitar que el personal se vaya a la cama pasada la una de la madrugada. Que no digo yo que sea una mala propuesta, que yo también agradezco que mi serie favorita no le robe tiempo a mi relación con Morfeo, pero basta salir a la calle a esas horas o asomarse al balcón para comprobar el trasiego y descubrir que la medida, por sí sola, será ineficaz e insuficiente para alcanzar tan loable objetivo.
En Salamanca los comercios cierran a las ocho y media de la tarde, en el mejor de los casos. Los centros comerciales se extienden hasta las diez, y a esta misma hora suena la sirena y se ficha allí donde hay fábricas, hospitales u otros centros de trabajo que funcionan a turnos. Los niños con horario partido no terminan hasta las cinco de la tarde y les esperan los deberes y las extraescolares.
Si algo tiene de bueno este debate de racionalizar los horarios es que se debería extender a todas las esferas de lo cotidiano. Es más que razonable pensar que las teles amoldan sus horarios a la audiencia, y no será por casualidad que las grandes cadenas hayan introducido en los últimos años programas puente de entretenimiento entre los informativos y el programa estrella de la jornada.
Los directivos de las cadenas (tan diplomáticos siempre para acabar haciendo lo que les da la gana) han contestado a la ministra que lo van a pensar y a tener en cuenta. Sinceramente, y pidiendo perdón con antelación por la expresión, a mí me parece una chorrada monumental, cuando, en la era de las nuevas tecnologías, el espectador puede ver en cualquier lugar, y hasta por el móvil, el capítulo de la temporada que le apetezca; incluso de series que ni se emiten en España. Las televisiones ya funcionan a la carta, así que más le valdría a la ministra picar en otra dirección para colgarse medallitas de racionalización y conciliación de horarios.
Me surge la duda de si Ana Mato será capaz de enfrentarse a sus amigos de las grandes firmas para que racionalicen los horarios. A ver si es tan valiente de decirle a Carrefour, Mercadona o El Corte Inglés que cierren a las siete y media de la tarde para que sus trabajadores lleguen una hora después a sus domicilios, horario que agradecerán los empleados de Zara, Mango, H&M… De paso, que vaya a las salas de cine y teatro y suprima las sesiones de las diez de la noche en adelante y que se siente a negociar con Bisbal o Los Rolling para que sus conciertos en España no se celebren un miércoles a las diez de la noche… Y de los horarios de los partidos de fútbol mejor ni hablamos, ¿no?
En fin, que estamos todos tontos, ¿o sólo me lo parece a mí?
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