
“Al final, es todo comunicación, ¿no?”… “Si está claro, la comunicación siempre es lo más importante”… “Empecemos por donde empecemos, siempre acabamos en la comunicación”… “Ahora, en el momento, me estoy dando cuenta del impacto que está teniendo lo que digo y cómo lo digo… y tengo la capacidad de cambiar el rumbo”.
Todas estas expresiones proceden de sesiones recientes de coaching. Una y otra vez llegamos al mismo tema, y no es para menos: los humanos nos pasamos prácticamente toda nuestra vida despierta comunicándonos (algunos dirán que toda, pues en los sueños nos comunicamos -a nosotros y a los demás- sin parar) y, a pesar de ser algo muy cotidiano y que no cesamos de practicar, parece que se nos resiste, mucho, a todos.
Comenzamos un curso de vela esta mañana con una pequeña agenda de lo que nos depararía la mañana. De la agenda del día entendí los límites de navegación (dónde estaban las boyas) y la hora de comienzo del día siguiente… Eso fue todo. El pequeño curso tiene lugar en un país con distinto idioma, que entiendo suficiente, pero en absoluto domino. Lo interesante es que mi esposo (quien sí lo domina) no comprendió mucho más.
Dado que lo siguiente era aprender a preparar el catamarán (montar velas y demás) para poder navegar y que el monitor había dicho “¿alguna pregunta?”, mi esposo aprovechó para pedirle que, por favor, hablara más despacio y vocalizara, para que pudiéramos entender y, por lo tanto, seguir sus instrucciones. Siendo absolutos principiantes, tenemos mucho interés en comprender bien qué es lo que hay que hacer.
A mí me pareció un verdadero regalo de intervención. Creo que me hubiera venido de perlas que alguien con similar capacidad de observación me hubiera dicho algo parecido (según lo que yo hiciera) años atrás, porque de este modo hubiera podido descubrir el contexto de otros y modificar mi comunicación para que pudiera ser entendida. Probablemente faltó explicarle el porqué de la petición, de forma clara.
La jornada transcurrió de maravilla. Mar, viento y temperatura se comportaron. Tuvimos la suerte del principiante y disfrutamos de buenos ratos yendo rápido. Eso sí, de forma intuitiva y decidiendo qué y cómo hacíamos… Porque saber lo que había que hacer, dónde ir y cuándo, no lo teníamos nada claro. Ni la comunicación se había ralentizado ni había aumentado la vocalización.
Según escribo, me acuerdo de una frase que un colega y ex jefe compartió hace mucho tiempo con nosotros: “El 50% de los problemas son de comunicación”. Comprobado. Quizá merecería la pena incluir la adquisición de la capacidad de entender a quien tenemos delante desde su contexto, no desde el nuestro, en los programas de formación de Primaria. También la de poder escuchar lo que nos están pidiendo para entendernos e intentar darlo. Exactamente eso, escuchar.
Feliz semana.

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