Los expertos en Sanidad son muy proclives a aconsejar a la población que no dude en consultar a su médico cuando note una serie de síntomas o lleguen a una determinada edad. Que los diagnósticos precoces salvan vidas es un eslogan que hemos interiorizado, pero en nuestro sistema sanitario público no quedan más bemoles que pasar por Atención Primaria para requerir esta revisión y, por lo general, demasiada carga laboral tienen ya los médicos de Familia y los propios especialistas como para dedicarse a labores preventivas. ¡No dan abasto con los enfermos, cómo para atender a los sanos!
Hay pruebas diagnósticas, como los cribados para el cáncer de mama, de colon o de próstata, que están firmemente implantados, bien es cierto que en unas comunidades de forma más avanzada que en otras; pero por lo general es difícil, o más bien imposible, llegar a otras especialidades por mera voluntad preventiva. Los chequeos anuales brillan por su ausencia en la Sanidad pública y las empresas las ofrecen de forma voluntaria a sus empleados a través de las mutuas. No pocos las rechazan por aquello de “a ver si me van a sacar algo y me despiden”, opinión que, sorprendentemente, está muy generalizada entre el resto de la ciudadanía, sea trabajadora o no.
Todos nos quejamos de los pacientes que hacen mal uso de las consultas y acuden a ellas sin un motivo de peso con relativa frecuencia. Sin embargo, rara vez reprendemos a alguien porque pase lustros o décadas sin someterse a una mínima revisión médica, ni siquiera sin realizarse una analítica de control. Capítulo aparte merecen los mayores, aquellos que viven solos y que ni siquiera acuden al facultativo, incluso teniendo síntomas visibles, a los que no le dan importancia. Y nuestro sistema carece de mecanismos de control para estos y otros muchos casos, para los que consideran que la única función de los sanitarios es curar dolencias y no prevenirlas.
Existen enfermedades que no se manifiestan hasta que no están muy avanzadas. Igual soy una bocazas y desde el sistema sanitario se trabaja más en la prevención de lo que a mí me parece o me cuentan; pero desde luego, no estaría de más que una vez al año pasáramos a saludar al médico de cabecera y someternos a una revisión rutinaria o a una simple analítica de control. Ya, ya sé que estamos en crisis y que dispendios de este tipo no están permitidos; pero más caros resultan los tratamientos, ¿no?
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