Lara recuerda que al principio de su matrimonio los celos la consumían, y los sentimientos de posesión. Cuenta a menudo que experimentó dudas recurrentes respecto a sí misma y sentía un temor constante de perder a Isaac, y de que se lo llevase otra mujer. Hacía esfuerzos y sólo conseguía alejarle más y continuaba encerrada en un círculo vicioso.
Cuanto más seguridad buscaba, más distanciada estaba. Vivía en una competición constante.
Tenía celos de sus amigos, de su familia e incluso de sus compañeros de trabajo. Se sentía en competición con los libros a los que dedicaba mucho tiempo, con su guitarra e incluso con su motocicleta. Añade: “Todo esto lo alejaba de mí, pero yo seguía enfocada en nuestra vida juntos como él en su propia vida. Cuando más fomentaba el nosotros, más se centraba él en su yo”.
Al final, me dice: “Llegué a darme cuenta de que si seguía con mis celos iba a perder mi cordura y, además, mi matrimonio. Y que mis sentimientos de posesión emergían de las inseguridades que me perseguían desde niña. Los intentos que hacía para obtener seguridad de Isaac no funcionaban, ni siquera cuando él me los brindaba. Nunca estaba satisfecha… Mis celos surgían del temor, del miedo a perderle, a quedarme sola, a ser una inútil, a que ya no me quisiera, al abandono, quizá no soy suficientemente buena…”.
Cuando decidimos eludir los retos nos volvemos más temerosos. La evitación es un problema que no resuelve los conflictos subyacentes. Si alimentamos el temor, crece. Si nos enfrentamos a una situación díficil, aparece la posibilidad de profundizar en nuestros temores evitándolos o reduciéndolos cuando los afrontamos. No afrontar la verdad es el mayor fracaso.
“Era incómodo ser consciente de esto, pero tenía algo de liberador ver mi parte en ello. Empecé a ser más consciete de que no podía ejercer un control sobre Isaac, aunque sí sobre mi respuesta a mis inseguridades y a mis temores. Recibía desde hace tiempo la inmensa ayuda de un terapeuta, y con él supe tratarme a mí misma con compasión, con más paciencia y a darme el amor y la atención que había tratado de conseguir de Isaac. Sabía que era una superviviente y había superado pérdidas y muchas dificultades y que lo volvería a ser, si fuera necesario.
Con lentitud, me fui convirtiendo en una mujer más segura y fui encontrando en mí la fuerza que buscaba en Isaac. Mientras tanto, fui intentando dejar de llamar su atención y él tenía más detalles conmigo.
Los ataques de celos aún andan por ahí, aunque ahora son breves y cada vez menos frecuentes. La mayoría de las veces los resuelvo yo misma y no se los cuento a Isaac. Por lo general, él no se da cuenta. No hablo de mis temores con mis amigos, ni a mis conocidos, tampoco con la familia, como hacía antes, con lágrimas y llamando la atención. Muchas veces me parece un milagro, y sé que mis esfuerzos, mi paciencia y la inestimable ayuda de mi terapeuta han determinado este proceso transformador de mi crecimiento personal”.
Autora del libro El sexo, magia para tu cuerpo
Tf.: +34 639 555 994
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