Un trabajo de investigación que se ha prolongado durante nueve años ha permitido desarrollar un método de detección precoz de trastornos del espectro autista (TEA) en niños de pocos meses. Un equipo de la Universidad de Salamanca liderado por Ricardo Canal ha elaborado este instrumento gracias a la colaboración de pediatras y enfermeras de Atención Primaria de las provincias de Salamanca y Zamora, y hoy ha sido presentado a la sociedad en una jornada celebrada en la capital salmantina con el objetivo de que su uso se generalice.

Tras las últimas modificaciones, el programa se basa en un inventario de 20 preguntas que las familias contestan cuando acuden al pediatra y que permiten detectar con eficacia signos que puedan ser indicio de autismo en niños pequeños, aunque además del cuestionario, que realmente “sólo tiene un papel concreto a los 18 y a los 24 meses” la colaboración de los profesionales sanitarios es fundamental para que los diagnósticos se puedan realizar dentro del segundo año de vida, según ha explicado Ricardo Canal en declaraciones a Dicyt.
En la jornada ha participado Diana Robins, especialista de la Georgia State University de Estados Unidos, que ha tenido un papel importante en el desarrollo de este programa de cribado. Aunque la idea se gestó en el Reino Unido en los años 90, nunca llegó a ponerse en práctica. “Estaba pensado para el modelo británico, en el que las enfermeras van a las casas, pero no llegó a funcionar y no era aplicable a otros países”, señala el investigador de la Universidad de Salamanca. “Nosotros descubrimos que la media de edad del diagnóstico en España era de 56 meses, muy tarde, así que decidimos adaptarlo a nuestro entorno y a nuestro sistema de salud. Fuimos los primeros que lo aplicamos en el mundo real y el resultado fue válido”, añade.
Después de esta experiencia, el equipo de Diana Robins -que mañana impartirá un seminario en la Facultad de Educación- ayudó a mejorar el proyecto, y también lo ha puesto a prueba en Estados Unidos. “Hemos pensado en una nueva manera de trabajar; no se trata de que el pediatra o la enfermera den el cuestionario y se olviden, sino de buscar una implicación activa de los profesionales y conseguir una vigilancia del desarrollo a lo largo del segundo año de vida”, explica Ricardo Canal, profesor de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Salamanca, director del grupo Infoautismo y miembro del Instituto Universitario de Integración en la Comunidad (INICO).
Según los investigadores, “los pediatras se sienten cómodos y no les supone un gran esfuerzo de trabajo”, así que el objetivo es que el uso de esta herramienta pase a ser generalizado, en una tarea que no sólo implica a los científicos y a los profesionales de la salud, sino también al mundo de la educación.
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