María y Juan han recibido una distinción que se merecían, ser socios de honor de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Salamanca, ya que han visto crecer a la entidad y han ayudado a cientos de enfermos y familias. Ella visitaba las casas de las personas con esta problemática tras recibir la llamada de auxilio de los familiares, y él, tras pasar por esta grave adicción, consiguió, gracias a la asociación, reconcialiarse con su mujer y llevar una vida feliz, lejos del alcohol.
“Soy María, y vengo de parte de un amigo que te quiere mucho y que sabe que cuando bebes te pones algo mal”. Así llegaba María Rodríguez a cada casa que se acercaba tras conocer el caso de una persona con problemas con el alcohol. Año tras año, desde que comenzó la andadura de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Salamanca, hace ya 37 años. Esta entidad ha querido reconocer su labor, y desde este jueves es socia de honor, junto a Juan Agustín Vicente, que conoció la asociación como enfermo y sigue a día de hoy ayudando a la gente que vive lo que él vivió hace ya más de tres décadas.
María recuerda los primeros años de forma especial, porque “fue muy bonito, éramos como una gran familia, todos teníamos el teléfono de todos”. Su labor es sencilla de explicar y muy importante en lo que supuso para cientos, quizás miles de personas. “A nosotros nos venían los familiares de las personas alcohólicas para pedir ayuda, pero con la condición de que nunca revelásemos su identidad al afectado”, detalla Rodríguez. Y ella se dirigía al domicilio del enfermo, cuando sabía que no estaba influido por el alcohol, “y en el caso de tener síntomas físicos, como temblores o sudores, le decíamos que era normal en situaciones de adicción a esta sustancia”. En cada caso se repetía una y otra vez la pauta: la familia pedía auxilio y la persona enferma no reconocía su problema, argumenta la nueva socia de honor.
A las personas alcohólicas les transmitían que se trataba de un problema que hace daño, pero como existen otras cosas, “como ser alérgico o padecer una enfermedad”. Lo que María intentaba era desdramatizar el tema. Y sobre todo, cuando conocía un caso nuevo, sabía que todos podían salir, que nada está escrito, incluso en aquellos en los que parece una misión casi imposible. “Por principio, no hay nadie que no pueda salir”, subraya.
Y a la vida de Juan Agustín Vicente, también nombrado nuevo socio de honor de Alcohólicos Rehabilitados, llegó María hace ya 36 años. En este caso, él tenía problemas de alcohol, y tras entrar en la asociación por medio del entonces presidente, María fue la encargada de hablar con su mujer para intentar una posible reconciliación.
Uno de los problemas que conlleva esta enfermedad son las rupturas sentimentales y familiares. “A su mujer le dije que Juan estaba en la asociación, que ya no bebía, que le fuese a ver, que conociese la asociación, y aunque en un principio fue reacia, finalmente hizo todo lo que le dije y me creyó”, recuerda Rodríguez. Juan Agustín la escucha, y aclara que finalmente comenzaron de nuevo como novios y su relación se retomó, e incluso aumentaron la familia con un hijo más. Él reconoce que desde hace más de trés décadas no ha dejado de ir la asociación, “me gusta venir y seguir ayudando”. Porque Juan también ha visitado a algún alcohólico para que salga de su adicción. Este estrenado socio de honor lo tiene muy claro: “Cuando se ayuda a los demás te ayudas también a ti mismo”, sentencia. En ese momento, María piensa lo mismo que Juan; han vivido muchas historias tristes con el alcohol que van por el mismo camino, sin perderse.
Y los dos confirman que las terapias funcionan, y escuchar las experiencias de unos y otros “es un reflejo, como un espejo”.
Al acto de distinción de los dos nuevos socios de honor acudió el primero de ellos y fundador de Alcohólicos Rehabilitados, el sacerdote Jesús García, quien fuera párroco de Pizarrales. Y relató los inicios, que llegaron tras el ruego de decenas de familias con personas alcohólicas entre sus miembros, una adicción que les llevaba a la violencia contra sus mujeres, al robo del dinero familiar, etc. “Nos pusimos a buscar una respuesta y una solución”, recordó. Y el modelo lo encontraron en una asociación gemela en Valladolid, donde fueron a aprender su metodología, que fue clave para dar los primeros pasos de la entidad. “Eso era lo que buscábamos”, advierte García. Y hablaron con un psiquiatra del Hospital, que llegó lejos, el doctor Maxi Lozano, que les encaminó en las terapias y enn la forma de enfocar el problema con el alcohol.
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