La revista Salamanca Médica, del Colegio de Médicos de Salamanca , publica en su último número una amplia entrevista con el catedrático Ginés Llorca, director del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica, Medicina Legal e Historia de la Ciencia de la Universidad de Salamanca, además de director de la Unidad de Atención en Psiquiatría, Psicología Médica y Salud Mental del Servicio de Orientación al Universitario (SOU) y jefe de la Sección de Psicooncología del Hospital Clínico Universitario. Toda una referencia internacional en el mundo de la Psiquiatría a un paso de la jubilación que afronta “con la satisfacción del deber cumplido”.
Se puede. Se puede ser docente, investigador, clínico, ayudar a asociaciones de pacientes, poner en marcha servicios pioneros, como el de Psicooncología, recorrer medio mundo para formarse y formar, implicarse en el “proyecto” de los jóvenes. Se puede. Y al mismo tiempo, se puede afrontar la jubilación con la satisfacción del deber cumplido, de llegar al final de un camino apasionante para recorrer otro, quizá menos intenso, pero igualmente extraordinario. Quizá porque Ginés Llorca es un hombre de mar, la mar que siempre nos adentra a lo finito de lo infinito, quizá porque cree firmemente en su “teoría del submarino”, o quizá, o casi seguro, porque camina de la mano de María Ángeles desde hace 50 años.
¿Cómo afronta esta nueva etapa?
El 29 de diciembre cumplí 70 años, me jubilaré en septiembre. A mí siempre me ha gustado la teoría de los submarinos, que tienen compartimentos estancos. Creo que para la flotación del barco es positivo ir cerrando episodios de la vida, y así se han ido cerrando la adolescencia, la juventud, los primeros años de ejercicio… Eso te permite una cierta tranquilidad. El estado ahora es de satisfacción por haber llegado a la jubilación y poder disfrutar de mis hijos y, sobre todo, de mis nietos, que tengo cuatro, con lo cual cierro una compuerta y abro la de abuelo en toda su dimensión.
¿Usted cree que la infancia es determinante para el desarrollo mental de la una persona?
Sí, eso es así. Una de las asignaturas más fuertes dentro de la Psiquiatría es la prevención de enfermedades mentales desde edades tempranas. El cerebro empieza a funcionar cuando el sujeto se enamora, o compite con sus hermanos, o se está desarrollando, o con la sexualidad, que también forma mucho al individuo; luego aparece el tabaco, las drogas o el alcohol. Tendríamos que formar con mayor peso específico la prevención de los trastornos mentales en la infancia.
¿Cree que ahora se empieza antes a beber? ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ahora llegamos a esas situaciones de comas etílicos?
Es uno de los problemas actuales más potentes que existen. El gran error es que el alcohol se ha convertido en un rito de iniciación, antes era la velocidad, salir, el cigarrillo… El cigarrillo hizo en su momento el mismo papel, eras mayor cuando fumabas. Hay que aceptar la realidad, hasta que no pase y se supere este rito de iniciación, seguiremos con el problema. Pero cuando fumábamos nos vendían el tabaco los adultos, y a los jóvenes se lo seguimos vendiendo los adultos; el alcohol, el hachís, otras drogas. No podemos juzgar a los jóvenes, sino al adulto, es el que vende, ahí sí que podríamos decir mucho, pero es más cómodo culpabilizar al joven.
Es usted también director de la Unidad de Salud Mental del Servicio de Orientación al Universitario (SOU). ¿Cómo ve en este campo a nuestros universitarios? ¿De verdad considera que están más preparados pero, a la vez, más perdidos que las generaciones anteriores? ¿Es la generación del botellón?
El cerebro está preparado para el día de mañana. La gran ilusión de cuando nosotros estudiábamos era que sabíamos que, de una forma o de otra, íbamos a trabajar. Pero ver que quizá el mañana está cercenado por la limitación de posibilidades hace que el universitario tenga esa desesperanza, esa angustia vital que le supone el fantasma del paro. Hay trabajo, pero a lo mejor el ingeniero tiene que trabajar de fontanero, o el periodista de secretario. Si sacamos de nuevo la fórmula del proyecto, en este caso vemos que no es limpia, aquí se destruye: me esfuerzo, oposito y al final, nada. Ese malestar de los universitarios es sólo eso, no le busquemos tres pies al gato, no hay crisis de valores. Al proyecto le falta el último escalón, que es el trabajo, si volviera a haber posibilidades, el universitario lo volvería a ver todo de otra manera.
¿Hay que decirle toda la verdad a un enfermo de cáncer?
El cerebro tiene un mecanismo de negación; usted dígale la verdad y el cerebro ya se encargará de negarla o no, o de quererla comprender. El cáncer ha sufrido una gran evolución. Antes el oncólogo se enfrentaba a vida o muerte, ahora hay muchas posibilidades de cronificarse, así que los pacientes deben conocer cuál es su pronóstico y saber qué futuro les espera.
Entrevista completa (páginas 6 a 13) en la revista del Colegio Oficial de Médicos de Salamanca, Salamanca Médica, elaborada por el equipo de Salud a Diario.es. Puede leerla en el siguiente enlace.
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