La gota es una enfermedad causada por el depósito de ácido úrico, una sustancia presente en la sangre, concretamente en el interior de las articulaciones, donde se van acumulando pequeños cristales que, durante el ataque agudo, provocan dolor, enrojecimiento y aumento de temperatura de la articulación, que se vuelve muy sensible al tacto.
La mayoría de las veces la gota afecta al dedo gordo del pie, aunque puede perjudicar a otras articulaciones, como el tobillo, la rodilla o la mano, e incluso a los tendones y bolsas que las rodean.
Durante las fiestas navideñas, es habitual que el consumo de alcohol y marisco sea mayor, lo que “puede aumentar considerablemente los niveles de ácido úrico en la sangre” e incrementar el riesgo de padecer gota si el organismo no es capaz de eliminarlo correctamente. Así lo recuerdan estos días los representantes del Colegio Oficial de Podología de la Comunidad de Madrid (COPOMA) y del Colexio de Podólogos de Galicia, quienes indican que los ataques de gota están entre las afecciones más comunes de los pies en Navidad. Por ello, recalcan la importancia de la prevención para disminuir los niveles de ácido úrico en la sangre y evitar el daño irreversible en las articulaciones.
Según explican los profesionales del COPOMA, el incorrecto funcionamiento de los riñones es la principal causa de aparición de la gota. Sin embargo, también puede surgir como efecto secundario de tratamientos como la quimioterapia o enfermedades como la diabetes o la leucemia, entre otras. Además, el exceso de peso y la edad son también agravantes que intensifican las posibilidades de padecer esta enfermedad, que también es frecuente “en personas que han consumido mucho alcohol a lo largo de su vida y, por ende, han forzado sus riñones”. Por ello, subrayan, “aunque es importante que todos evitemos la ingesta excesiva de alimentos ricos en purinas, como el marisco o las carnes rojas, para no forzar nuestros riñones, las personas que formen parte de estos colectivos deberán extremar aún más las precauciones y cuidarse de no consumir dichos alimentos”.
En este sentido se manifiestan también los podólogos gallegos, que aconsejan realizar “un diagnóstico temprano y pautar un tratamiento adecuado, ya que pueden existir daños colaterales a nivel renal o coronario, con la posibilidad de padecer problemas vasculares que puedan afectar al corazón y al cerebro”. Asimismo, destacan la importancia de cuidar la alimentación y el estilo de vida, porque los excesos, “especialmente en el consumo de alimentos grasos, mariscos y alcohol, son la principal causa de empeoramiento de la patología en las personas que la padecen o son propensos a ella”.
Así, los afectados por ataques recurrentes de gota deben tomar precauciones en sus hábitos diarios y seguir tratamientos orientados a regular los niveles sanguíneos de ácido úrico. Una dieta equilibrada y saludable, el control del peso y la supresión de los alimentos con alto contenido en purinas son los principales consejos que deben seguir, según la institución colegial, desde la que se recomienda también evitar el consumo de alcohol, beber de 10 a 12 vasos de agua diarios y realizar ejercicio físico.
Los síntomas de la gota suelen durar entre tres y diez días, y luego desaparecer, pero con el paso del tiempo tienden a repetirse. “Los nuevos ataques de gota serán cada vez más frecuentes, durarán más tiempo y sus consecuencias sobre la salud serán más graves. Pueden afectar a nuevas articulaciones y acabar volviéndose crónicos, lo que se conoce como artritis gotosa, una enfermedad que puede reducir la movilidad del afectado”, según advierten los podólogos de Galicia.
Factores de riesgo asociados a la gota
• Tener elevados los niveles de ácido úrico en la sangre (por encima de los 6,8 mg/dl.), trastorno metabólico conocido como hiperuricemia.
• Ser hombre y adulto. El ataque de gota es cuatro veces más frecuente en hombres que en mujeres. Concretamente, tiene una mayor incidencia en los varones a partir de los 40 años por exceso de ácido úrico y problemas renales. En el caso de las mujeres, suelen sufrir la afección después de la menopausia.
• Presentar obesidad o sobrepeso.
• Timar ciertos fármacos, como los diuréticos y la ciclosporina.
• Seguir una dieta rica en alimentos o sustancias que potencian los niveles de ácido úrico. Entre ellos, algunos mariscos, el pescado azul, las carnes rojas, la cerveza (con y sin alcohol), las bebidas alcohólicas y los refrescos.
• Haber estado expuesto al plomo.
• Sufrir alguna de las siguientes enfermedades: insuficiencia renal, presión arterial alta, exceso de colesterol y triglicéridos en la sangre, entre otras.
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