Por tercera vez me dejan ser un poco pesado y publicar una entrada en el blog de Salud a Diario (gracias, Eva). Este mes intentaré detallar unas cuantas situaciones que a mí, y supongo que a todos mis compañeros, nos ponen un poquito nerviosos a la hora de sacar adelante un aviso.
Esas pequeñas manías de pacientes, médicos, etc. que acaban siendo tema habitual en los corrillos de hospital. Espero que mis compañeros me den la razón (seguro que se les ocurren algunas más) y que los demás, si el día que os toque no podéis evitarlas, que al menos os hayáis reído un poquito antes. Aquí van las 20 y, al final, la más importante de todas.
Nos da mucha rabia:
• Que se dé por hecho que sabemos dónde está una calle porque está al lado del bar de Fulanito o de la farmacia.
• Que te den una dirección y parezca el juego de las pistas. Pongo el ejemplo real de buscar un edificio en obras en el barrio X (vivido en mis propias carnes). Cualquier día nos darán dos coordenadas, como en el juego de los barquitos, y.. ¡zas! Hundidos.
• Que haya gente que no sepa ni su propia dirección (lo juro, es cierto).
• Que nos miren raro por comprar comida. ¿Qué pasa, señora, que usted no come? Aquí también está la variante de la cara de sueño (sí, señora, aunque le parezca increíble, yo también duermo).
• Redondeando lo anterior, que no se te ocurra tomar un café en un bar… Por favor, estoy desayunando, quite sus ojos inquisidores de mí… Y tranquilos, no lleva aguardiente.
• Que se piense que la ambulancia es un agujero negro en el que se pierden tarjetas, teléfonos móviles y demás enseres. Aseguro que no nos genera placer hacer desaparecer cartillas; busquen en el hospital, que se suelen perder allí.
• Los malditos timbres con códigos indescifrables para el común de los mortales a las 4 de la madrugada… ¡Pero si a esa hora no me acuerdo ni de mi nombre!
• Que nos pregunten “¿quién es?” por el telefonillo, en plena madrugada. ¿A quién esperan, al butanero?
• Que el paciente te diga que va en ambulancia porque así le atienden antes. Hará usted bonitas amistades en la sala de espera, se lo aseguro.
• Que la persona que está fuertecita no tenga el mismo concepto de esa palabra que nosotros.
• Que los más enfermos de la casa siempre duerman en el piso de arriba.
• La típica frase de: “¿Por qué no puedo ir con mi familiar sin que nadie se entere? ¿Qué nadie se entera?… Por favor, que nos vamos conociendo.
• El excesivo exhibicionismo de algunos/as pacientes. ¡No señora, que no hace falta que se desnude! (demasiado tarde).
• Que te quieran dar propina en mitad de la sala de espera del hospital. No quiero la propina, y menos si me la da como si estuviéramos trapicheando con droga.
• Que el Centro Coordinador te cambie de hospital en el último momento… O incluso después.
• Que hasta los residentes de primer año pasen de ti. Oye… perdona… es que traigo un paciente que… (ni caso).
• Que un celador, auxiliar, etc. te diga en el hospital o en la residencia: “Espera, que te ayudo”. ¿Me ayudas? Perdona, el que te ayuda soy yo, que este trabajo es tuyo.
• Que le pongan Seguril a un paciente justo antes del traslado. Entiendo que sea necesario, pero, por favor… una sondita o un pañal evitan situaciones muy incómodas, tanto para nosotros como, sobre todo, para los pacientes.
• Que un médico te diga que pongas tal o cual medicación. Después de tantos años, algunos no han aprendido aún que ¡NO PODEMOS!
• Y, por supuesto, mi guerra particular contra las sábanas, que ahora viene dobladas del revés.
Desde luego, estas son pequeñas rabietas en tono de humor, los gajes del oficio de los que incluso muchas veces nos acabamos riendo. Pero, por desgracia, hoy por hoy tenemos en este sector algunos problemas más serios. La falta de reconocimiento (no el personal, sino como colectivo), el disparate de las convalidaciones profesionales y, por supuesto, las situaciones laborales que nos afectan en los últimos años, agravadas por una crisis que parece justificarlo todo. Y ESO SÍ QUE DA RABIA.
Pero tranquilos, la atención a los pacientes no se verá recortada en un 5%; ni en eso, ni en nada.
ÁNIMO, COMPAÑEROS.
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