
¿Por qué esta cruzada integrista, señor Gallardón? Quizá se haya olvidado ya de que su obligación es representar la voluntad del pueblo. La mayoría, la que le vota y la que no, no quiere esta ley; usted lo sabe bien. Como también sabe que el aborto seguirá existiendo, como ha existido siempre. La diferencia, en caso de que su ley siga adelante, será si se realizarán de forma clandestina y sin garantías sanitarias o si lo harán en el extranjero. Y cuál de estas dos opciones elija la mujer dependerá de los recursos económicos de que disponga.
Usted no puede negarle el derecho a una madre embarazada de un feto malformado a tener a ese niño y cuidarlo como mejor pueda. Por el mismo motivo, tampoco le puede negar su derecho a quien no lo quiera tener. Es una decisión demasiado íntima y personal. Esta ley solo serviría para hacer una decisión difícil y traumática aún más complicada. Recuerde, por favor, que las leyes de interrupción voluntaria del embarazo aprobadas hasta la fecha han conseguido mejorar las condiciones en las que se realizaban los abortos y, en contra de los miedos experimentados por ese grupo radical e integrista que parece manejar sus decisiones, también aportaron una disminución significativa del número de abortos.
¿De verdad quiere proteger la vida? ¿De verdad quiere ser un buen cristiano? Proteja al débil, proteja al pobre. Si quiere proteger al no-nato, proteja a todas las mujeres que piensan en quedarse embarazadas. Recupere las ayudas a la dependencia, actualmente aplazadas sine die, cuando no directamente suspendidas. Fomente la educación sexual para que la decisión de traer una nueva vida a este mundo sea responsable y meditada, y mejore las condiciones sanitarias para que cada mujer embarazada se beneficie de una adecuado diagnóstico prenatal. Eso es lo que quiere la mayoría. Y usted lo sabe bien.
Somos un pueblo diverso, en el que caben multitud de credos, confesiones e ideologías. Lo único que nos une es la libertad. Sin libertad, todo se tambalea.
Esta ley, de tan arcaica y obsoleta, se caerá por su propio peso. Será cuestión de unos años, no aguantará la próxima legislatura. Hasta las facciones más ultraderechistas de Europa la consideran demasiado cerrada y anticuada. Desaparecerá como tantas otras leyes que no se adaptaron a su época. Por ello, no es la ley en sí lo que me preocupa, sino las graves consecuencias que acarreará durante los años que pueda estar en vigor.
¿Cree que merece la pena? ¿Cree de verdad que contentar durante un par de años al sector más fundamentalista y retrógrado de sus electores compensa el legado de sufrimiento y la catástrofe social que supondrá aprobar esta ley? ¿Cómo quiere ser recordado?
Respóndase usted mismo.
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