En los diferentes cursos de musicoterapia que imparto los participantes suelen preguntarme: ¿Cuál es la mejor música para curarme? La respuesta es más compleja de lo que parece; por eso es difícil dar un título de una canción, porque en realidad la música, por sí misma, no cura. Está claramente demostrado que tiene efectos sobre el cuerpo humano y a nivel psicológico de la persona, pero no hay ningún estudio que diga que una música en concreto cure alguna dolencia definida.
La confusión puede estar dada por las innumerables listas que, a modo de receta musical, están circulando con el nombre de musicoterapia en internet y que, a mi modo de ver, no son de fiar. Os remito a un ejemplo publicado: “Para el insomnio deberás escuchar el Nocturno de Chopin, el Preludio para la siesta de un Fauno de Debussy y el Canon en Re de Pachelbel”. Parece que, con escuchar estas tres canciones, tus problemas para dormir se solucionan. Si fuera así, el insomnio, al igual que otras enfermedades, como la ansiedad, el estrés o la depresión, ya formarían parte del pasado.
Ante estas interpretaciones deterministas hay que ir con cautela. Por eso estas líneas van destinadas a informar a todas aquellas personas que, en su desesperación por tratar de estar mejor, buscan opciones que resultan poco fiables. Sin lugar a dudas, es arriesgado dar este tipo de propuestas sin ahondar en la historia de la persona que padece alguna enfermedad, ya que las mismas no han sido del todo comprobadas. Por lo tanto, tienes que tener especial cuidado a la hora de recurrir a estas recetas musicales. A raíz de la ineficacia de estas fórmulas, puedes pensar que la musicoterapia no sirve. Pero desde ya te digo que realizar este tipo de práctica en tu casa NO es musicoterapia: es, simplemente, escuchar música.
Valoro mucho lo que se ha investigado hasta el momento, pero este tipo de propuestas a las que todo el mundo tiene libre acceso dejan fuera a una parte importante en el tratamiento, que es la figura del musicoterapeuta. Lo que cura en musicoterapia es el vínculo terapéutico que se establece a partir de la interacción entre la persona que hace musicoterapia y el musicoterapeuta. Ese vínculo actúa como puente relacional que nos une a la otra persona, que nos brinda la oportunidad de conocerle y que, al mismo tiempo, mejora el autoconocimiento. Esa es la base primordial y es lo que facilita el proceso de cambio.
No soy partidaria de dar recetas musicales, no me gusta dar una lista de canciones a modo de botiquín musical, ya que los efectos de una misma música pueden ser diferentes dependiendo de la historia musical de la persona, entre muchos más matices que se tienen que tener en cuenta. La solución de un problema o una enfermedad no se resuelve sólo con darle al play. No todos somos iguales, no todos tenemos las mismas preferencias, no todos necesitamos lo mismo. Generalizar y reducir la musicoterapia a una lista de canciones para escuchar, dependiendo de la dolencia, es dejar de lado los aportes más importantes realizados por musicoterapeutas como Priestley, Bruscia, Bright, Alvín, Bonny, Boxill y todos aquellos que promovieron y promovemos el rol del terapeuta como parte del vínculo que se establece con el paciente para su recuperación.
Olvidarnos de este aspecto y dar recetas al azar puede generar desconfianza en las personas que consideren la musicoterapia como una opción de tratamiento no farmacológico y complementario. La poca seriedad que encontramos en estas listas, tanto como la falta de ética profesional, o la relación que establece la gente en general con lo esotérico y la proliferación de sanadores del sonido, desvirtúan el verdadero quehacer musicoterapéutico y pone en tela de juicio su rigurosidad científica. La música es un estímulo muy potente que, entre otras cosas, puede distraer, liberar, dar sensación de control, etcétera; pero es necesario recordar que esta disciplina contiene la unión de dos palabras: la música y la terapia, que implica la presencia de dos personas en el encuentro terapéutico, la del musicoterapeuta, que servirá de apoyo y soporte continuo para el cambio, y la del paciente.
Así que, a la hora de querer hacer un tratamiento de musicoterapia, asegúrate de que estás en frente de un profesional cualificado y huye de aquellos que te ofrecen recetas mágicas para curarte.
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