
Existe un mal muy extendido socialmente que consiste en creernos más listos que los demás. Supongo que en Psiquiatría y Psicología esta dolencia tendrá su nombre científico y hasta su propio tratamiento, aunque creo no andar desescaminada si sospecho que estos profesionales se moririrían de hambre si tuvieran que vivir sólo de atender en sus consultas a este colectivo. Los listillos abundan especialmente en las carreteras, y los últimos informes de la DGT ya advierten de que el 45 por ciento de los fallecidos al volante había consumido drogas o alcohol, seguramente con el convencimiento de que a ellos no les iba a pasar nada, porque controlan y frases de índole similar.
El caso es que la tolerancia cero que la sociedad reclama en otros órdenes parece romperse cuando se trata de ponerse a los mandos de un automóvil. Es frecuente escuchar frases como “tómate una caña”, que por una no pasa nada. Nos advertimos entre conductores si hay cerca un control de la Guardia Civil y juramos en arameo cada vez que anuncian una noticia que recrudece las normas de conducción o sus sanciones. Nos gusta alardear de lo poco que tardamos en realizar un trayecto porque vamos a toda pastilla y reímos las gracias ante otro sinfín de imprudencias.
Para colmo, cada vez que uno viaja se da cuenta de que los agentes de Tráfico sólo sirven para multar, y te cascan 200 euros por superar el límite de velocidad en un radar colocado estratégicamente al final de una cuesta pronunciada. Recientemente, se ha hecho pública una sentencia judicial en la que se reconoce que los agentes tenían un plus en sus nóminas por llegar a un número mínimo de sanciones. Y seguimos viajando y viendo cómo circulan impunemente los que creen que la carretera es un juego. Frenan, adelantan, van con prisas sin pararse a pensar en el riesgo que entrañan para sí mismos y los demás.
Y es que creo que somos demasiado benevolentes con los malos conductores desde antes de obtener el carnet, ¿o conocen a alguien que no haya superado el examen psicotécnico? Pagamos por ponernos al volante, y para muchos eso equivale a un cheque en blanco. En no pocas ocasiones, la conducción se asocia al bolsillo, y no al civismo o la ciudadanía. Será por eso que así nos va como nos va. ¡Cómo somos tan listos!
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