Qué maravilloso es empezar el día así (y qué fácil sería hacerlo siempre, con una sonrisa). Sólo han pasado 20 días desde que me fui de Sierra Leona y ellos me estaban esperando, y yo reconozco que echándolos de menos… Que sepan que has llegado y te llamen por tu nombre, como en el anuncio, no tiene precio…
Si por el día en África todo es bullicio, colorido y alegría, en cuanto el sol se pone lo que por la mañana es ritmo por la noche es ruido, lo que por el día es luminosidad y brillo se torna en oscuridad. No hay farolas en las calles y las linternas son un negocio. El peligro existe aunque no tengas sensación de él, y lo saben muy bien centenares de menores que viven en las calles y se dedican a la prostitución para sobrevivir. Ahora, gracias a Don Bosco Fambul, tienen una oportunidad de abandonar ese inframundo y volver a estudiar.
Ninguna es mayor de edad y suelen vivir en grupos. No saben las enfermedades que tienen, ni prácticamente el día en el que viven, porque sus vidas son una rutina sin demasiado sentido en la que lo único que importa es sobrevivir y que llegue el día siguiente. Con este presente, cada historia de estas menores es un mundo de dolor, de sufrimiento y resignación, pero también de superación y de valentía por seguir teniendo algún sueño en el futuro y la esperanza de que todo cambie.
Siempre aparentan más años de los que tienen y se muestran espontáneas, locuaces y agradecidas de ser escuchadas y de que se interesen por algo que no sea su cuerpo. Al principio te reciben con miedo, con desconfianza, pero en cuanto los trabajadores sociales y el misionero salesiano que las visita se interesa por sus vidas, por si han comido, por si estudian, si están enfermas… la sinceridad fluye.
Nina, Isatu, Marilyn, Fátima, Victoria, Mariatzu… La variedad de nombres, de edades y de vicisitudes confluyen en la tragedia de tener que dedicarse todas a la prostitución para poder sobrevivir. A pesar de todo, el aspecto de todas ellas es aseado y contrasta con la dificultad del camino para llegar hasta ellas y, sobre todo, con la suciedad y hasta el hedor que las rodea.
Muchas comen una sola vez al día, la mayoría vive en la calle y la prostitución es a lo que pueden recurrir para conseguir algo de dinero sin tener que robar.
Choca tanto que cuerpos tan frágiles no hayan tenido niñez como que haya que agradecerle al chulo que les permite vivir en un cuchitril y al que pagan por ello que las cuide… Entre todas ellas aparece una chica embarazada, por supuesto también menor, más tímida que el resto, tal vez porque todavía no ha asimilado su situación de futura maternidad.
Este grupo, como otros tanto que visitan los Salesianos cada noche en distintas zona de la ciudad, tiene, sin embargo, suerte. Le ofrecen visitar el Girls Shelter, una casa de acogida donde puede vivir, ducharse, ir a comer, pero también ir al hospital a pasar un reconocimiento médico y hacerse un análisis para saber si están enfermas y poder curarse.
Pero sobre todo, lo que les ofrecen es un futuro, cambiar dolor por sonrisas y un ambiente de cariño y familia junto a otras chicas y poder volver a estudiar y ser adolescentes y jóvenes, que es la edad que les toca vivir.
La buena noticia es que la mayoría acepta el reto de cambiar de vida y no se arrepiente.
DEJAR ATRÁS EL PASADO
Sífilis, gonorrea, tuberculosis, hepatitis y sida son las enfermedades que revelan los test que les realizan en el hospital a las chicas cuando deciden confiar y dejar atrás su vida de esclavitud.
Cada día las menores se exponen a lo peor: clientes que no quieren pagarles, que les roban el dinero que tienen o que les pegan por negarse a sus exigencias.
La mayoría vive y trabaja en el mismo lugar. Una de las zonas, Mabila, es un auténtico estercolero donde la basura destaca más que la poca cantidad de agua que corre por un riachuelo y donde los cerdos y las ratas conviven sin inmutarse.
En otra de las zonas donde Don Bosco Fambul visita y rescata a menores de la prostitución, Brook Street, nos enseñan una casa, por llamarla de alguna manera, con techo de chapa rota y no más de nueve metros cuadrados. Allí viven 10 chicas, cocinan dentro, tienen su ropa por el suelo y duermen unas junto a otras. Es evidente que también allí llevan a los clientes.
Una de ellas confiesa que “por la noche se meten hasta las ratas, que se caen desde el tejado y hay que agarrarlas y tirarlas por el hueco de la ventana”.
Ninguna saldrá de la pobreza con la prostitución. Como mucho pueden conseguir el equivalente a 3 euros con un cliente, pero lo normal es que sigan destrozándose la vida por lo que, al cambio, serían 0,50 euros…
La historia es muy parecida en todas. Pobres y viviendo en la calle desde hace años; de la mendicidad han pasado a la prostitución. Muchas son huérfanas y se vieron obligadas a emigrar… pero la historia de sus vidas empieza a cambiar y muchas ya empiezan a ser protagonistas de su futuro.
El trabajo salesiano en Sierra Leona. Misiones Salesianas
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