
“Por tu culpa”; “tú tienes la culpa”. ¿Cuántas veces hemos escuchado y escuchamos esta frase contaminante? ¿Cuál es el efecto que produce? ¿De dónde surge?
La culpabilidad tiene su origen en una educación judeocristiana muy arraigada que nos enseña erróneamente que somos malos por determinadas acciones.
A través de frases como “qué niño tan malo”, “se te debería caer la cara de vergüenza”, “los niños buenos no desobedecen”… vamos conformando nuestras creencias camino al desarrollo de una de las emociones más negativas: la culpa.
Somos seres puros e inocentes desde el momento del nacimiento, mas crecemos con la lacra de algo inexistente, pero lacerante y destructivo. Nos hacen creer que nacemos con pecado original y que fuimos expulsados del paraíso arrastrando la culpa de Adán y Eva en un delirio colectivo.
Se nos manipula desde la más tierna infancia a través de la culpa. “Si haces tal cosa, mamá se pondrá triste”,” “qué malo eres, tu hermano está llorando por tu culpa”. Ni siquiera nuestros mayores tienen la culpa, ya que son víctimas de víctimas y, en definitiva, víctimas de una educación religiosa mal entendida.
Por tanto, es de vital importancia para la estabilidad emocional y el desarrollo de una autoestima adecuada hacer el cambio de CULPA a RESPONSABILIDAD.
La culpa siempre va asociada al cumplimiento de una penitencia. Bloquea el camino hacia la realización y el crecimiento interior. Nos atasca, nos limita y nos impide encontrar soluciones a las situaciones que nos hacen sentir culpables.
No somos culpables; sí somos RESPONSABLES.
La culpa te estanca, te convierte en víctima, te hace sentir que eres una mala persona.
La responsabilidad te permite darte cuenta de que puedes cambiar las cosas, y no hay penitencia que cumplir.
La culpa te bloquea, tu pensamiento se paraliza en aquello que has hecho y disminuye tu capacidad para encontrar solución al problema.
La responsabilidad te permite corregir errores, te ayuda a seguir adelante y a cambiar aquello que no funcionó.
La culpa te empobrece, te asusta, te encoje.
La responsabilidad te hace grande, te permite crecer, te expande.
En muchas ocasiones hemos hecho cosas por los demás que no queríamos hacer; en definitiva, hemos dejado de ser fieles a nosotros mismos por agradar al otro a costa de habernos traicionado a nosotros mismos.
Hemos de tener claro que tenemos el derecho de decidir qué es mejor para nosotros y elegirlo. Esto, lejos de convertirnos en malas personas, nos ayuda a mejorar la autoestima.
Y ahora que sabes que lo tuyo es la responsabilidad, y no la culpa… ¿estás dispuesto a asumir la responsabilidad? ¿Estás dispuesto a ser fiel a ti mismo?
Reflexiona, pues, sobre aquellas conductas que te hacen sentir culpable con respecto a los demás y pregúntate: ¿Hice esto con la intención de dañar? Si la respuesta es no, destierra el sentimiento de culpa. Si la respuesta es sí, igualmente destierra la culpa, asume tu responsabilidad, piensa qué puedes hacer para cambiar las cosas y hazlo.
Ámate por encima de todas las cosas, y recuerda que… ERES UN SER SAGRADO.

asantero7@hotmail.com
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