
En mi casa tengo un grifo de dificilísimas apertura y cierre. Dependiendo del momento, puede poner a cualquiera que quiera abrirlo o cerrarlo de bastante mal humor. La semana pasada, a punto de empezar a despotricar contra el grifo una vez más (grifo que todavía no he arreglado, dicho sea de paso), por alguna razón que desconozco decidí no seguir empujando en la dirección en la que quería y comenzar a hacerlo en la contraria. No me costó nada, y en breve pude girarlo hacia donde yo pretendía, sin esfuerzo alguno. El grifo funcionó perfectamente.
La anécdota me dio oportunidad para reflexionar sobre la resistencia… Sobre todos esos momentos en los que nos empeñamos y empeñamos en que algo tiene que ser de determinada forma, que tenemos que conseguir éste resultado específico y de esta manera, que fulanito y menganito deben comportarse como sugerimos para llegar al objetivo… Y, en nuestro empeño, empleamos gran parte de nuestra energía en resistir al que nos resiste, en empujar más, ordenar más, controlar más y dirigir más para que, finalmente, la resistencia ceda.
El grifo me recordó la necesidad de hacer exactamente lo contrario… Aliarme con la resistencia para, desde la construcción de esa alianza, desde una exploración conjunta -que no en oposición-, poder reconducir el movimiento y, finalmente, alcanzar el objetivo. El requisito previo era establecer esa alianza, y yo conseguí así guardar mi energía para tareas más interesantes.
Creo que con los humanos no es muy diferente. A ninguno nos gusta que nos impongan nada y nuestra respuesta instintiva, total o parcial, es resistirnos. Nos gusta que nos involucren, nos cuenten, nos pidan opinión, nos consideren y tengan en cuenta y, desde ahí, solemos colaborar encantados.
Nevis* propone una redefinición estupenda de la resistencia, que nos permite considerarla de otra forma y nos ayuda a poder y querer aliarnos con ella. Desde su perspectiva Gestalt, “la resistencia no es únicamente una expresión emocional, sino también la expresión de que se está procesando información sobre lo que está ocurriendo y diferentes individuos se encuentran en distintos momentos del proceso o están prestando atención a distintos elementos dentro del mismo que consideran más relevantes” (Nevis, 2005, p.143).
Desde ésta perspectiva, explorar la resistencia, entender las diferencias de opinión, se convierte en una etapa muy útil del proceso de decisión, puesto que, al poder explorar concienzudamente dónde nos encontramos y asumir la realidad presente en su totalidad (incluyendo todo lo bueno que tiene y que inevitablemente se verá impactado en el proceso de cambio), podemos, potencialmente, llegar a tomar mejores decisiones que las propuestas inicialmente.
Tal y como dice la “paradójica teoría del cambio” (Arnold Beiser), “una persona o sistema no puede evolucionar de un estado a otro hasta que ha experimentado y aceptado en su totalidad el estado en el que se encuentra” (Nevis, 2005, p. 150), sea el de estar a favor de un cambio, o en contra, o reticente. Si decidimos obviar esta fase, la de alinearnos con la resistencia para explorarla y entenderla, además de privarnos de la “posibilidad de mejorar nuestro entendimiento y de crecimiento, conseguiremos, como mucho, obediencia pasajera, y no una solución útil para el sistema a largo plazo” (Nevis, 2005, p. 150).
Gracias a mi estupendo grifo, recordé, físicamente, lo que ocurre cuando no prestamos atención a la aparente oposición que, en ocasiones, otros nos presentan.
¡Feliz martes!
* Nevis, E.C. (2005). Organizational Consulting: A Gestalt Approach (4th ed.).
Santa Cruz: Gestalt Press.
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